Reflexionando un poco sobre las relaciones dañinas, llegué a la conclusión de que hablar de un “amor tóxico” implica una contradicción de términos ya que cuando uno está atrapado en una relación insana bajo el pretexto de un amor sin límites, realmente no se está dando cuenta de que lo que está viviendo, más bien, es el desamor. Me explico.

Amar de verdad es todo eso que San Pablo dice en una de sus cartas a los Corintios: el amor es paciente, es servicial, no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Por lo tanto, si aceptamos esta breve lista de características como ciertas, entonces cualquier tipo de relación de pareja que no se ajuste a lo arriba expuesto podría ser categorizada como “no amorosa”.

Desafortunadamente, muchas veces la gran necesidad que existe de tener compañía o de sentirnos de alguna manera amados, hace que caigamos automáticamente en una relación tóxica que, en lugar de ayudarnos a ser mejores personas y a crecer en el amor, nos va hundiendo en la desesperanza y el dolor. Pero, ¿cómo reconocer que estamos envueltos en una relación poco sana que solo traerá como resultado cosas malas para nosotros y nuestros seres queridos?

El límite lo definen la integridad, la dignidad y la felicidad personal. Si bien una relación de pareja implica negociar, ceder y poner por encima de uno mismo el bienestar de la otra persona, esto no significa que siempre sea la misma persona la que sacrifica sus anhelos y su estabilidad. ¿Cuándo se pierde el amor en una relación? En general, cuando no nos quieren, cuando se trunca o compromete nuestra realización personal o cuando se vulneran nuestros principios. Un amor que para que funcione exige el bloqueo del desarrollo personal de alguno de los miembros de la pareja, no es amor. Más bien, puede ser algo más cercano a la esclavitud.

El primer paso para salir de una relación tóxica

Definitivamente, el primer paso es reconocer que estamos involucrados en una e identificar por qué hemos llegado a esa situación. ¿Estamos esperando el milagro del cielo que convierta a la bruja o al ogro que tenemos al lado en la princesa o el príncipe de nuestros sueños? Estamos entonces, sí o sí, en una relación dañina.

Si bien cuesta muchísimo salir de una relación de este tipo, debemos pensar que nos hace daño y que lo que hoy nos puede costar la vida abandonar, a mediano y largo plazo será una decisión acertada. Es como la droga: dejarla es difícil pero es lo que hay que hacer.

Pero, ¿cómo identificar un amor saludable? ¿Qué es lo que debemos esperar cuando queremos involucrarnos en una relación con otra persona? Algunas pautas pueden ser:

  • Respetar los derechos de ambos.
  • Compatibilizar diferencias.
  • No confundir el “yo” con el egoísmo.
  • Reciprocidad
  • Solidaridad
  • Promover la autonomía de las dos personas.
  • Promover el desarrollo personal, espiritual y profesional de ambos.
  • Que el amor sea empático.
  • Usar la razón y no sólo el sentimiento.
  • Respetar las preferencias o inclinaciones de ambos.
  • Distinguir la preocupación sana por el otro de la obsesiva.

Es muy importante que, desde la época del noviazgo, sepamos construir un vínculo sano, basado en el respeto y en la entrega recíproca, lejos del egoísmo y de los malos tratos. Muchas veces, luego de “acostumbrarnos” a una relación tóxica, damos el paso transcendental de contraer matrimonio, pensando que todo mejorará luego de dar el sí en el altar. No hay nada más lejos de la verdad. Un matrimonio requiere, para crecer de manera sólida, que ambos cónyuges tengan muchísimas virtudes que, si faltan, harán el camino posterior de la familia muy duro y complicado. Y es en esa etapa previa al consentimiento en la que uno puede darse cuenta si es que la relación tiene posibilidades o no de tener un futuro estable. No empeñemos nuestra felicidad futura por una debilidad presente. Hay que ser valientes y apostar por un amor verdadero que, finalmente, es para lo que fuimos creados y, por tanto, todos merecemos.

Fuente: La Opción V

Giuliana Caccia Arana

Giuliana está casada y tiene dos hijos. Comunicadora social (Universidad de Lima) y Master en Matrimonio y Familia (Universidad de Navarra, España), es creadora de La Mamá Oca y autora del libro “Educación en serio. Reflexiones para ser los padres que nuestros hijos necesitan” (Ed. Planeta/Sello Diana). También es Directora del área de Familia del CEC.

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