Aún me acechan aquellas imágenes tan gráficas que ví a la edad de 9 años. Eran imágenes de porno duro que otra niña de 9 años me había retado a mirar después de haber encontrado a su padre viendo esos videos.

Al comienzo no entendía bien qué era lo que estaba viendo. Ese fue mi primer contacto con cualquier cosa que tuviera que ver con sexo, así que, naturalmente, se convirtió en mi idea de cómo éste debe ser. Más que nada, me inundó una sensación de suciedad y de vergüenza. Sabía que lo que acaba de ver era completamente incorrecto pero no sabía por qué o de qué manera explicar lo que había visto. Sentía que no había manera de hablar al respecto con otra persona, así que solo lo enterré en mi memoria – junto con una serie de emociones y confusión – por años.

Deseaba poder retroceder el tiempo y no haber visto esas imágenes que – aunque solo estuvieron frente a mí por unos segundos – no dejan de perseguirme. Pensé que así debía verse el cuerpo de una mujer, así que crecí odiando el mío.

Después, cuando ya era mayor, pensaba que eso debía ser lo que los hombres buscaban en las mujeres, así que tomé a “Cosmo tips” como guía de orientación de cómo convertirme en “Lo que Buscan los Hombres”. Crecí con una visión retorcida de lo que es el amor, las relaciones de pareja y el sexo; fue así por muchas razones, pero esas imágenes pornográficas siempre fueron una razón subyacente que nunca me sentí libre de compartir con nadie, lo cual terminó por otorgar una libertad ilimitada a los efectos que esos recuerdos ejercían sobre mí.

En retrospectiva, me doy cuenta de que en realidad esa niña solo estaba tratando de entender qué era lo que tenía tan obsesionado a su padre. Un padre falló en proteger a su hija y en enseñarle la belleza de la sexualidad humana, y yo fui solo una víctima accidental que resultó herida en el proceso. No puedo evitar preguntarme si ese padre se da cuenta de que esas muchachas también son hijas de alguien. Me pregunto también cuántos otros hijos e hijas han sido víctimas a este tipo de exposición inicial retorcida al sexo debido a la adicción de alguno de sus padres. Eso: pornografía. La dura, la suave; nos bombardea todos los días, muchas veces sin que nos demos cuenta. Recuerdo que solía sonrojarme con las escenas sexuales que eventualmente llegaban a la pantalla grande. Ahora las escenas sexuales prácticamente se han vuelto la norma y hoy en día raramente llegan a los cines las películas que no las incluyen.

Es casi imposible revisar el Buzzfeed, la publicidad del Snap Chat, videos musicales, las portadas de las revistas o incluso mantenerse al día con las últimas tendencias de la moda sin ser testigo de alguna traza del impacto que esta industria tiene sobre nuestra sociedad.

A las mujeres se les dice cómo verse sexys en lugar de cómo verse hermosas, y a los hombres se les enseña que los que deben estar buscando es el “amor divertido” en lugar del amor verdadero.

Así que al final el resumen es este: la pornografía está en todas partes. Está dentro de nuestra sociedad y ha llegado a inmiscuirse en muchos de nuestros hogares y nuestras relaciones. ¿Pero y ahora qué? ¿Cómo afecta exactamente nuestras mentes? ¿Qué es lo que pasa detrás de cámaras de la industria multimillonaria de la pornografía? ¿Y cómo es realmente la vida detrás de la fachada de ser una “glamorosa” estrella porno?

Es respecto a estos temas que Matt Fradd presenta su nueva entrega: El mito de la pornografía (The Porn Myth). Al fin, alguien está dispuesto a dar respuestas reales a las preguntas, igual de reales, que todos deberían estar planteándose. Sin adornar ni ocultar nada. No se trata de un libro que esconda una agenda política ni religiosa, se trata de un libro que sencillamente presenta hechos sobre este gigante que, hasta ahora, se ha sabido ocultar bajo las sombras, y que permite que el lector escoja cuál es, a su criterio, la verdadera cara de la pornografía.

Todos necesitamos leer este libro, no importa cuál sea nuestro nivel de conocimiento con respecto a la pornografía, ya sea que no podemos pasar un día sin ella o que somos incapaces de comprender cómo es que tal cosa existe. Nos afecta a todos: hombres, mujeres y niños. Este libro nos concede las herramientas para poder luchar contra los efectos negativos que esta industria puede estar teniendo en nuestras vidas o en las vidas de las personas que amamos.

El libro está dividido en capítulos cortos, cada uno de los cuales cubre un mito común que se cree acerca de la pornografía, tales como que “la pornografía es solo ‛entretenimiento’ para adultos” o que “la vida de casados nos curará de nuestras obsesiones con la pornografía”. La sinceridad que se expone en este libro y la originalidad de las historias, los pensamientos, y los estudios científicos que se encuentran en estas páginas mantienen al lector involucrado y pensando todo el tiempo. Deja ver lo bueno, lo malo y lo feo, examinando todos los lados de la pornografía y fundamentándose más de tres años de investigación. Presenta las experiencias de mujeres que han sido estrellas porno y que ayudan a mostrarle al lector la cruda verdad de lo que realmente sucede antes y detrás de cámaras.

El mensaje más importante con el que nos deja este libro es que el amor es algo por lo que vale la pena luchar. Este libro puede ser considerado un paso crucial hacia la libertad plena en nuestro mundo y definitivamente es una batalla muy grande ganada en favor del amor.

Megan Finegan

Fuente: Restore Your Crown

© 2017 – Opción V para el Centro de Estudios Católicos – CEC

La Opción V

OPCIÓN V

Somos una comunidad que cree que el Verdadero amor existe, y que es posible alcanzarlo mediante el ejercicio decidido de la Virtud de la castidad. Sabemos que no es fácil: es para Valientes, es para aquellos que tienen el Valor de oponerse a la presión social, a la presión de amigos y de familiares incluso.

Para nosotros la Virginidad no es una enfermedad ni una vergüenza, sino algo Verdaderamente precioso, un regalo que se entrega en el matrimonio religioso. Creemos en la segunda Virginidad, posible por el perdón de Dios.

Sabemos que no es fácil, pero que es posible. Nos comprometemos a luchar, y si en la lucha caemos, nos comprometemos a pedir perdón, a ponernos de pie nuevamente y a seguir luchando.

Confiamos en el triunfo definitivo del amor, que dura siempre. Estamos convencidos de que la Victoria es posible si nos educamos en la castidad. Nos comprometemos, finalmente, a ayudarnos entre nosotros para poder ayudar a otros, a acudir a Dios siempre para buscar en Él el perdón siempre que sea necesario, y las fuerzas para poder vivir la castidad día a día.

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