Todos los padres, o los que han crecido con un padre cercano y responsable, conocen bien la importancia que tiene esta persona en la familia y en el crecimiento de los hijos. Paradójicamente, no podemos negar que actualmente hay una devaluación del rol de la paternidad. La implantación de ideas erróneas como que el padre y la madre son intercambiables, que no existen diferencias biológicas entre los sexos o que las mujeres pueden sacar adelante a sus hijos en soledad (no por necesidad sino por elección), ha generado un paulatino oscurecimiento del rol que el padre desempeña en la vida familiar. Y, en este afán por fortalecer a la mujer a través de ideologías antinaturales, lo que se ha conseguido es que en los últimos años muchos niños —en Estados Unidos se está llegando a cifras de más del 40%— crezcan con la ausencia absoluta de un modelo paterno. Junto a ello, aun sin quererlo, muchas mujeres terminan por encontrarse solas en la ardua tarea de educar seres humanos equilibrados en su desarrollo personal y académico. Como es evidente, esta tarea se vuelve aún más dura cuando no hay un padre que les ofrezca a los niños y a los jóvenes ese cable a tierra emocional que normalmente ofrece la figura masculina en el hogar.

Por si fuera poco, nuestra cultura, cuando no rechaza al padre en la crianza de los niños, le impone un estándar de valoración ajeno a su identidad: ser una segunda madre. Frases del tipo “es tan buen papá que parece una mamá”, se han vuelto una especie de unidad de medida para validar el rol que un hombre puede ejercer en una familia. Lo triste es que los hijos, que son una esponja, absorben estas ideas y pierden el respeto por sus padres, considerándolos un cero a la izquierda en todo lo que tenga que ver en su educación. Y más terrible aún es que cuando estos niños varones se conviertan en padres, tendrán asimilada esta supuesta inutilidad como parte de su naturaleza.

Una aclaración importante: no estamos negando que una mujer sola pueda criar un hijo en valores elevados y virtudes. Igual lo podría hacer un hombre solo. Si no fuera así, la viudez condenaría al fracaso a cualquier familia. Lo que estamos tratando de sustentar en esta nota es que no se puede afirmar que el padre sea prescindible y reemplazable. Y para sustentar esta proposición, compartiremos algunos datos estadísticos relevantes 1 :

  1. Según el National Center of Fathering (www.fathers.com), los niños que han crecido con un padre preocupado en su vida académica, emocional y personal, desarrollan coeficientes intelectuales mayores así como mejor capacidad lingüística y cognitiva. En EEUU, el 29.7% de los niños sin padre y el 21.5% de los hijos de padres divorciados que viven solo con su madre han repetido al menos una vez curso, en comparación con el 11,6 % de los que viven con su padre y su madre biológicos. También acceden menos a la Universidad. Los niños tienen un mayor nivel académico y menores problemas de disciplina si el padre, con firmeza pero con ternura, les señalan límites, normas claras y prohibiciones razonables.
  2. Igualmente, los niños educados con un padre cercano son más sociables y tienen mayor autocontrol. En la adolescencia tienen menos problemas de comportamiento. Un estudio realizado en Estados Unidos entre delincuentes juveniles arrojó entre sus resultados que el 72% de los chicos que han cometido algún asesinato y el 60% de los que cometieron violación crecieron sin padre.
  3. Otros estudios demuestran que cuando los niños crecen con un padre cariñoso y responsable, tienen la autoestima más elevada, no suelen tener problemas con drogas o alcohol, desarrollan más empatía y sentimientos de compasión hacia los demás; y cuando se casan tienen matrimonios más estables. Por ejemplo, el 75% de los adolescentes en centros de desintoxicación no conocen a su padre. El 70% de jóvenes internados en reformatorios crecieron sin padre. El 85% de jóvenes en prisión provienen de familias en las que sólo estaba la madre. Un dato que me parece muy interesante compartir de estos estudios es que el impacto de una madre ausente respecto de la variable criminalidad es casi nulo, lo que confirma la influencia innegable de la figura paterna respecto de la conducta transgresora.
  4. Otros datos importantes:
    • La mayoría de los niños con carencias afectivas por parte de su padre sufren problemas de identidad sexual y emocional, como ansiedad y depresión. El 80% de los adolescentes en hospitales psiquiátricos provienen de familias rotas.
    • Las alteraciones de sueño, como pesadillas y terrores nocturnos, suelen comenzar entre uno y tres meses luego de que el padre desaparece del hogar.
    • El 63% de los suicidios de jóvenes se dan entre muchachos sin padre.
    • El 80% de violaciones con violencia son protagonizadas por chicos con padres ausentes.
    • Los jóvenes sin padre protagonizan el 71% del abandono escolar en secundaria.

Si bien para toda regla existen excepciones, estos son datos que nos invitan a pensar y a reflexionar sobre la importancia real de un padre. En este caso, nos hemos detenido a considerar consecuencias negativas de la ausencia de un padre. Lo mismo se podría hacer en sentido positivo, es decir, enumerar los múltiples beneficios que solo un padre puede aportar en la educación de los hijos y en la vida familiar. Para convencernos de ello no tenemos que indagar en muchos estudios. Basta con mirar nuestras propias historias —con o sin padres preocupados y cercanos— para darnos cuenta de que, como decía el doctor David Popenoe, uno de los más destacados sociólogos de Estados Unidos: “Los padres son mucho más que simplemente los segundos adultos del hogar. Los padres implicados traen múltiples beneficios a los niños que ninguna otra persona es capaz de aportar“.

1 Es importante aclarar que no existen cifras disponibles de este tipo en el Perú por lo que usaremos data de Estados Unidos que, para los fines de esta nota, sirven para entender la importancia del rol paterno en la crianza de los niños.

 

Autor: Giuliana Caccia

Fuente: Piensa Pro Futuro

Giuliana Caccia Arana

Giuliana está casada y tiene dos hijos. Comunicadora social (Universidad de Lima) y Master en Matrimonio y Familia (Universidad de Navarra, España), es creadora de La Mamá Oca y autora del libro “Educación en serio. Reflexiones para ser los padres que nuestros hijos necesitan” (Ed. Planeta/Sello Diana). También es Directora del área de Familia del CEC.

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