Te has acercado y me has dicho: “Me siento muy ilusionado”, “estoy muy ilusionada”, “¿será esto amor, Ricarte?”
Hay una costumbre, una vieja costumbre que se ha ido perdiendo con el tiempo. Esa de ir al diccionario a buscar el significado de las palabras. Te voy a invitar a que no me creas, busca, que significa ilusión, en la acepción más primitiva que tiene, más primaria. Ilusión es engaño, es autoengaño, incluso, en el origen de la palabra, podemos hablar de mofa, de burla, de sarcasmo.
Si uno supiera, lo que realmente está diciendo, cuando dice que está muy ilusionado. Cuando lloras la pérdida de una ilusión, cuando lloras y sabes que las cosas están tan tristes porque, justamente, se acabó la ilusión; entenderías mejor que es lo que realmente te está ocurriendo.
La ilusión, es ver algo donde no está, es un trastorno de mi percepción, es mirar distinto, es mirar algo que no hay, donde parece que hay. La ilusión no es amor, el amor es todo lo contrario, es verdad contundente, es ejercicio, es mucho más que un sentimiento.
Cuando estás ilusionada, fundamentalmente, sientes, piensas, fantaseas y es causa de muchísima tristeza, de mucha angustia, una y otra vez; esta ilusión, que yo asemejo a un globo que se infla y luego se revienta, es justamente, lo que luego te lleva a llorar.
¿Has visto un niño, qué pasa cuando se le revienta el globo? Bueno, así estás, llorando por el globo que se desinfló y no lloras por el amor, lloras por tu orgullo, lloras por tu propia dignidad que la vez en el suelo.
“Y de esto estaba enamorada, de este globito desinflado”. Si pues, “riete”, dices, “Ricarte…pero a mí me duele”. ¡Claro pues!, porque tú te engañaste y te cuesta admitirlo.
© 2017 – Ricarte Cortez Garcia para el Centro de Estudios Católicos – CEC
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