A partir del 8 de diciembre próximo asistiremos a la última fecha del circuito mundial de surf de la WSL (World Surf League). Será en las olas de Pipeline, en Hawaii, el lugar más icónico de ese deporte.

Es curioso como hasta hace pocos años el surf era visto como un hobbie, una entretención, un estilo de vida, pero no como un deporte de alta competencia. Hoy, luego de un trabajo serio de varios años, sí lo es. Poco a poco, el deporte de la tabla se ha ido profesionalizando, estableciendo reglas cada vez más claras y organizando un circuito mundial de gran nivel deportivo.

A lo largo del año, el campeonato pasa por hermosas y exóticas playas alrededor del globo, con olas de todos los tipos y tamaños, en circunstancias climáticas de las más variadas.

Los principales surfistas se han vuelto personalidades importantes. El más grande de todos los tiempos es, sin duda, Kelly Slater, que a sus 45 años aún compite al máximo nivel. Es un modelo de deportista del surf, quizás análogo a Roger Federer en el tenis.

En la actualidad existen varios grandes surfistas, estando entre los mejores el hawaiano John John Florence y el brasileño Gabriel Medina. Ambos son muy jóvenes, poseen gran técnica y ya fueron campeones mundiales. En la próxima etapa de Pipeline justamente ellos dos decidirán el título mundial. Eso ha traído gran expectativa entre los seguidores de ese deporte.

Hay que mencionar que Pipeline posee una de las olas más perfectas del mundo, en forma de tubos, pero es también una de las más peligrosas, porque combina olas grandes en un mar no muy profundo, cuyo fondo está repleto de corales.  

El surf y su desarrollo deportivo puede darnos lecciones importantes para nuestra vida cristiana. Me acuerdo de haber leído una vez que Cristo era el primer surfista porque fue el primero que caminó sobre las aguas… pero las lecciones a las que me refiero no van tanto en esa línea.

Sí pienso que el surf nos enseña a estar en contacto e interacción con la naturaleza, con la creación, que es un don de Dios para los seres humanos. Muchas veces no valoramos ese inmenso don que Dios nos dio. Es un deporte que nos invita a respetar y proteger el don de nuestra casa común, nuestro planeta.

Además, el surf nos propone un ideal de vida sencillo, cercano y centrado en las cosas esenciales de la existencia. Incluso llama la atención que sea de los pocos deportes en que los atletas pasan entre los aficionados cuando ingresan y cuando salen de su lugar de competencia, que es el mar.

El despliegue del surf profesional nos muestra que cuando tomamos en serio nuestra vida y buscamos acoger los dones de Dios, podemos crecer mucho como personas y como cristianos. Con trabajo consistente y sostenido vamos haciendo que los dones que Dios y la gracia que Él nos da de manera abundante, se desarrollen y estén al servicio de los demás y del Reino.

Finalmente, la tabla es un deporte de coraje. Es verdad que, por veces, vemos cierta imprudencia que no es modélica, especialmente en la modalidad de olas gigantes, donde el peligro me parece desproporcional e inadecuado. Pero el surf regular sí puede ser visto como un modelo de superación de los propios temores y como una invitación a avanzar en nuestra vida cristiana.  

 

Alexandre Borges de Magalhães

Alexandre nació en 1972 en Brasil. Es Bachiller en Teología y Licenciado en Pedagogía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. En la actualidad es el Coordinador General del Movimiento de Vida Cristiana MVC. Reside en Lima (Perú).

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