Responder a esta pregunta no es tan sencillo. Lo primero es reconocer que estamos ante una situación que de primera mano pareciera absurda frente a la bondad y el amor de Dios. Sin embargo, la Iglesia nos da algunas luces que pueden ayudarnos a entender este misterio.

Los cristianos creemos que Dios no ha creado la enfermedad, sino que ésta entró en el mundo como consecuencia del primer pecado, cometido por Adán y Eva.

Como sabemos, Dios había creado todo bueno, y preparó todo para su creatura predilecta; el ser humano. Sin embargo, éste, tentado por el demonio, y usando mal su libertad, desobedeció a Dios, y como consecuencia de este pecado es que entra el mal en el mundo, y con él, la enfermedad y la muerte. Y como podemos ver, de ahí en adelante los pecados de todos nosotros lo que han hecho es acrecentar los sufrimientos.

Dios entonces, no quiere la enfermedad; no ha creado el mal ni la muerte. Pero, desde el momento en que éstos entraron en el mundo, su amor está todo dirigido a curar al ser humano, que está roto, que fue creado para el bien y muchas veces hace el mal, que fue creado para la vida eterna y muchas veces vive solo para los placeres de esta vida.

Dios quiere reconciliarnos, liberarnos del pecado y de todo mal y llenarnos de vida, de paz y de alegría. Por esto mandó a su Hijo Jesús, quien ha muerto y resucitado para liberar al hombre del pecado y de sus consecuencias.

Si bien Dios no ha querido el mal y la enfermedad, también es cierto que no quiso crear un mundo perfecto, sino en estado de vía, es decir en camino hacia la perfección. Esto explica la desaparición de algunas criaturas, las destrucciones de la naturaleza, y también algunos males físicos, mientras la creación no haya alcanzado la perfección.

Y es así como vamos viendo que Dios sabe sacar bienes de los males que causan sus criaturas, por ejemplo, del mayor mal moral que fue el que los hombres hayamos matado al Hijo mismo de Dios, él sacó el mayor de los bienes que es nuestra salvación.

Todas estas son explicaciones que podemos dar desde nuestra fe, sin embargo, creemos que sólo cuando veamos a Dios cara a cara podremos conocer y entender plenamente los caminos por los cuales Dios condujo su creación hacia Él.

Permitamos que, por medio del Sacramento de la Unción de los Enfermos, nos reconforte, alivie nuestro espíritu y nos conceda la paz y la tranquilidad de unir nuestros sufrimientos a los suyos en la Cruz, con la certeza de que la muerte no tiene la última palabra.

 En el Catecismo

309 Si Dios Padre todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.

 310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf  santo Tomás de Aquino, S. Th., 1, q. 25, a. 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo “en estado de vía” hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, 3, 71).

Citas de la Sagrada Escritura

«Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”». (Mt 8,17)

«Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencia, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado» (Is 53,4).

«pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo» (2Co 12,9)

Frases del Papa Francisco acerca de por qué existe el mal y la enfermedad

 “¿Por qué sufre un niño? No lo sé: es un misterio, para mi. Sólo me da algo de luz– no a la mente, sino al alma – Jesús en el Getsemaní: ‘Padre, este cáliz no. Pero que se haga tu voluntad’. Se confía a la voluntad del Padre. Jesús sabe que no acaba todo, con la muerte o con la angustia, y la última palabra desde la Cruz: ‘¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!’, y muere así. Confiarse a Dios, que camina conmigo, que camina con mi pueblo, que camina con la Iglesia: esto es un acto de fe. Yo me confío. No lo sé: no sé por qué sucede esto, pero yo me confío. Tú sabrás por qué”.

“Nos hará bien, hoy, pensar en nuestra vida, en los problemas que tenemos, y pedir la gracia de confiarnos a las manos de Dios. Pensemos en tanta gente que ni siquiera tiene una última caricia en el momento de morir. Hace tres días murió uno aquí, en la calle, un sin techo: murió de frío. En plena Roma, una ciudad con todas las posibilidades para ayudar. ¿Por qué, Señor? Ni siquiera una caricia … Pero yo me confío, porque Tu no me defraudas”

Ésta es la enseñanza de Jesús: a quien se encomienda al Señor, que es Pastor, no le falta nada. Incluso si va por un valle oscuro sabe que el mal es un mal del momento, pero no habrá mal definitivo porque el Señor está, «porque Tú Señor estás conmigo». Ésta es una gracia que debemos pedir.

Frases de Benedicto XVI acerca de por qué existe el mal y la enfermedad

Es verdad, siempre resulta problemático que uno que tiene buena salud o está en buena condición trate de consolar a otro que está afectado por un gran mal, sea enfermedad, sea pérdida de amor. Ante estos males, que conocemos todos, casi inevitablemente todo parece sólo retórico y patético. Pero yo diría que, si estas personas pueden percibir que nosotros tenemos com-pasión, que somos com-pacientes, que queremos llevar juntamente con ellos la cruz en comunión con Cristo, sobre todo orando con ellos, asistiéndolos con un silencio lleno de simpatía, de amor, ayudándoles en la medida de nuestras posibilidades, podemos resultar creíbles.

“nuestro grito a Dios tiene que ser al mismo tiempo un grito que penetra en nuestro mismo corazón para que despierte en nosotros la presencia escondida de Dios” y no permanezcamos en el “fango del egoísmo, por el miedo de los hombres, por la indiferencia y el oportunismo”.

“Gritamos a Dios para que lleve a los hombres a arrepentirse y a reconocer que la violencia no crea paz, sino que más bien suscita más violencia, un círculo de destrucción en el que a fin de cuentas todos pierden”

Frases de San Juan Pablo II acerca de por qué existe el mal y la enfermedad

Se distingue la dimensión objetiva, los hechos, tales como el sufrimiento del inocente, de las reacciones subjetivas, la conciencia del mal, que constituye, como usted dice “un problema terrible para el creyente” y un “escollo insalvable para el no creyente”. Eso es verdad. Los no creyentes a menudo niegan la existencia de Dios por el mal presente en el mundo, y por esa misma razón la fe de los creyentes se pone a prueba. Esta segunda dimensión, la conciencia del mal, es a veces más dolorosa que el mal mismo. Por cierto, es difícil medir este tipo de realidad, pero puede admitirse, por ejemplo, que la conciencia del sufrimiento de otros, particularmente de aquellos que sentimos mas cercanos, es a veces mas dolorosa que el sufrimiento que las ocasiona.”

Así pues, la realidad del sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal: ¿qué es el mal? Esta pregunta parece inseparable, en cierto sentido, del tema del sufrimiento. La respuesta cristiana a esa pregunta es distinta de la que dan algunas tradiciones culturales y religiosas, que creen que la existencia es un mal del cual hay que liberarse. El cristianismo proclama el esencial bien de la existencia y el bien de lo que existe, profesa la bondad del Creador y proclama el bien de las criaturas. El hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del bien. Se podría decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre en particular cuando «debería» tener parte -en circunstancias normales- en este bien y no lo tiene.

Dentro de cada sufrimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué? Es una pregunta acerca de la causa, la razón; una pregunta acerca de la finalidad (para qué); en definitiva, acerca del sentido.

Preguntas para profundizar acerca por qué existe el mal y la enfermedad

¿Dios creó un mundo perfecto?

 No. Dios creó un mundo en vías de perfección. Esto implica que junto con el nacimiento de unos seres, mueran otros. Junto con la construcción vengan destrucciones de la propia naturaleza. Todo con un sentido de ir perfeccionando cada vez más la obra creada

¿El sufrimiento y el mal son queridos por Dios?

 No. Dios los permite, pero no los quiere. Es importante diferenciar el mal físico al mal moral. El mal moral es consecuencia de los pecados que hemos cometido. Sin embargo Dios nos da el perdón de nuestros pecados y la posibilidad de vivir reconciliados.

 ¿Es posible encontrar algún sentido ante el mal o ante una enfermedad?

 Si es posible, cuando aprendemos a unir nuestros sufrimientos al dolor de Cristo en la Cruz. Él hace realidad que todos nuestros dolores y sufrimientos encuentren un sentido redentor. Podemos incluso ofrecerlos por otras personas, y es una manera de ayudar a extender la misión reconciliadora de Cristo en el mundo, a través de su Iglesia.

© 2017 – Centro de Estudios Católicos – CEC

 

Departamento Editorial del CEC

El Departamento Editorial del CEC tiene a su cargo la gestión del programa de publicaciones, la organización de los sistemas de evaluación de originales, la corrección de manuscritos (impresos o electrónicos) y la dirección del proceso de producción en todos los niveles de trabajo. El Departamento Editorial está a cargo del Director Editorial y su equipo de trabajo.

View all posts

Add comment

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *