Durante muchos siglos, el ser humano se ha preguntado por lo que es la vida. ¿Qué significa estar vivo? ¿Qué es un ser vivo y qué lo diferencia de las cosas sin vida? Muchas filosofías y religiones se han hecho esta pregunta; y en realidad, se trata de una pregunta muy compleja.

El diccionario nos dice que vida es “Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee”. La ciencia y la filosofía difieren en su definición. El escritor y científico Michael Crichton realiza una reflexión que nos muestra lo difícil que es categorizar la vida:

«Sin reacciones químicas no habría vida.

¿O podría haberla?

He ahí un problema que se había debatido mucho. Ya en los primeros tiempos de planear el Wildfire se había planteado la cuestión: ¿Cómo debe uno estudiar una forma de vida que desconoce por completo? ¿Cómo puede saber uno siquiera que aquello está vivo?

No se trataba de una cuestión académica. La biología, como había dicho George Wald, era una ciencia singular puesto que no podía definir el objeto de sus estudios. Nadie daba una definición satisfactoria de la vida. Nadie sabía qué era la vida en realidad. Las antiguas definiciones (un organismo en el que se apreciaban los proceso de ingestión, expresión, metabolismo, reproducción, etc.) no tenían valor alguno. Porque siempre se podían encontrar excepciones.

El grupo concluyó por fin que la transmutación de energía constituía la piedra de toque de la vida. Todos los organismos vivos toman alguna forma de energía, que aprovechan para sus fines».

Entonces, sea que escojamos una aproximación biológica o filosófica, nos encontramos ante un problema complejo. Y por eso la pregunta a si el hombre puede crear vida es igual de compleja.

Es verdad que el hombre puede proporcionar las condiciones para que se de la vida, pero una creación “de la nada” es hasta ahora imposible. Le es, por ejemplo, totalmente imposible dar vida a una piedra, a una estatua, a una casa, o a cualquier otro objeto material. Se han escrito muchas historias de ficción donde se crea vida, desde el primitivo “Golem”, pasando por el monstruo del Dr. Frankenstein, hasta los robots complejos de Asimov, que poseen todos los atributos de la vida, pero son solo eso, historias de ficción, sin un sustento en la realidad. Y visto en perspectiva a futuro, no parece que la situación vaya a cambiar.

Otro ángulo de aproximación al problema es el de crear vida artificial. Es decir, no partir de algo inerte y darle vida, sino crear vida de la nada. Esto se ha tratado de conceptualizar en la cibernética, donde se pretende dotar de vida a programas de computador. Pero, ¿es esto vida? No basta que un software o app nos pueda dar información o incluso interactuar con nosotros; se necesitaría una verdadera capacidad creativa y racional que están muy lejos de alcanzar. Son muchos los intentos por crear vida, pero hasta ahora el ser humano ha sido incapaz de crearla de la nada y por eso debe tener cuidado y reverencia por ella.

 

Carlos Díaz Galvis

Carlos es el Director Editorial del Centro de Estudios Católicos CEC. En la actualidad reside en Medellín (Colombia).

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