¿Qué es el consenso? ¿Cuál es la importancia que tiene dentro de una familia? ¿Es algo fácil o difícil de alcanzar? En este primer capítulo de El Vlog de Giuliana, ella nos explica de qué trata este valor tan importante para todos los hogares y por qué debemos tenerlo como pauta de convivencia y de acuerdos familiares.

Si quieres profundizar más en este tema, te compartimos este texto tomado del libro de Giuliana:

¿Qué es el consenso familiar?

El mayor valor que tiene una familia es la unidad. Estar unidos no quiere decir que todos actúen igual o piensen de la misma manera. Eso sería algo complicado de conseguir, y si fuera así, lo más probable es que se esté produciendo por algún tipo de represión o de funcionamiento anormal en la dinámica familiar. Estar unidos significa vivir en armonía en torno a ciertos valores esenciales compartidos. Se trata de integrar y de potenciar a los distintos miembros de la familia para que se valore el bien común por sobre los intereses individuales.

¿Cómo se logra esta armonía? ¿Cómo conseguirla cuando una familia está llena de personalidades, temperamentos y necesidades diferentes? Con el consenso, es decir, a través de acuerdos que todos los que forman parte del núcleo familiar asumirán como “suyos” porque, a pesar de que puedan no hacer felices a todos, saben que es lo mejor para la familia como unidad.

El consenso tiene muchos beneficios. Como es un proceso que normalmente cuesta gran esfuerzo y no aparece de un día para otro, lograrlo genera un espacio de mucho valor, ya que los miembros de la familia aprenden a conocerse entre ellos y a respetar la opinión de los demás, con tolerancia y sin molestarse. Además, cuando hablamos de llegar a los acuerdos, todos deben entender que no se trata de que los demás hagan lo que uno quiere. Más bien, debemos estar listos para aceptar al otro y sus diferencias.

Todo este proceso ayuda a desarrollar muchas virtudes, como la prudencia, la templanza, el respeto, la justicia, la generosidad, la sinceridad, la humildad, la flexibilidad y la lealtad, entre otras. Además, para consensuar son imprescindibles hábitos como la simpatía, la empatía y la buena comunicación.

Finalmente, cuando uno desarrolla la capacidad de consensuar, esta competencia sirve para otras esferas de la vida, como, por ejemplo, la laboral. Un profesional que sabe cómo llegar a un consenso con su equipo de trabajo es un mejor líder.

¿Qué no es el consenso familiar?

El consenso excluye todas las formas de autoritarismo o de prepotencia. La típica frase “aquí se hace lo que yo digo porque aquí mando yo” es un buen ejemplo de lo que no es consenso. Esta forma de actuar demuestra que a la persona solo le interesa su punto de vista. Y como mencionamos más arriba, para que haya consenso no solo es válida la opinión personal, sino también la de los demás.

Otra enemiga del consenso es la rigidez. Sobre todo cuando los hijos son pequeños, los padres caemos en la tentación de imponer nuestros puntos de vista porque, obviamente, sabemos que tenemos razón. Sin embargo, actuando así estamos perdiendo una gran oportunidad educativa al suprimir la posibilidad de que nuestros hijos se comuniquen con nosotros con confianza, sin temor y libremente para expresar sus opiniones, que, aunque puedan estar equivocadas, merecen ser escuchadas con respeto. ¿O queremos que nuestros hijos nos mientan u oculten lo que sienten? No olvidemos que el bien mayor de una familia es su unión y no el que uno solo tenga la razón.

La manipulación tampoco ayuda para el consenso. Manipular significa usar la astucia, el engaño y la falta de sinceridad para lograr salirse con la suya. La diferencia entre ser manipulador y ser tirano es que el segundo impone y le gusta que todos sepan que él manda, mientras el que manipula quiere imponer su voluntad de manera disimulada, dando la falsa apariencia de que la decisión ha sido tomada por todos, cuando en realidad es él quien la ha logrado imponer. Hay que consensuar haciendo entender por qué se está tomando una decisión con el fin de que todos estén de acuerdo y puedan seguir el camino trazado.

Por otro lado, el consenso no necesariamente contentará a la mayoría. Por eso someter las decisiones a votación no implica que estemos escogiendo el bien común. No se trata de democracia, sino de concordia. Por ejemplo: una familia compuesta por los padres y sus cinco niños pequeños acabaría, si aplicamos la democracia, desayunando helados, almorzando chocolates y comiendo chupetines. Obviamente, eso no es algo bueno para nadie.

Los padres tenemos el deber de enseñarles a nuestros hijos a priorizar el bien común de forma participativa. Esto se logra escuchando opiniones y respondiendo a las dudas. Cuando los hijos son pequeños, este tipo de discusiones serán pocas, pero se irán incrementando cuando los chicos vayan creciendo. El consenso no se enseña cuando ya son adultos. En pequeñas dosis, según las capacidades de cada edad, hay que inculcarles pacientemente la predisposición para concordar y el respeto por lo acordado.

Capítulo tomado del libro “Educación en serio. Reflexiones para ser los padres que nuestros hijos necesitan”. Giuliana Caccia. Editorial Planeta. Sello Diana.

Giuliana Caccia Arana

Giuliana está casada y tiene dos hijos. Comunicadora social (Universidad de Lima) y Master en Matrimonio y Familia (Universidad de Navarra, España), es creadora de La Mamá Oca y autora del libro “Educación en serio. Reflexiones para ser los padres que nuestros hijos necesitan” (Ed. Planeta/Sello Diana). También es Directora del área de Familia del CEC.

View all posts

Add comment

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *