Desde hace unos años comencé a interesarme por el mundo de la Psicología y hoy día pienso que no toda Psicología es atea, pero también que el desafío principal de los psicólogos y psicoterapeutas cristianos, es conocer sus límites morales para poder dialogar bien con las diversas teorías y prácticas psicoterapéuticas de los tiempos actuales.

Partiendo del presupuesto de que a partir de las ciencias puedo iluminar al hombre y a partir del hombre puedo iluminar las ciencias y la noción de que en la antropología confluyen cuestiones metafísicas, filosóficas, teológicas y hasta psicológicas; el presente ensayo pretende ver cómo la antropología utilizada por Viktor Frankl en su escuela psicoterapéutica, la Logoterapia, muestra algunos puntos en común con la antropología cristiana. O dicho en forma de pregunta: ¿La antropología de Frankl es compatible o puede complementarse con la fe cristiana? ¿Es posible juntar este modelo psicológico con la antropología cristiana? El presente ensayo no pretende hacer una relación comparativa por la importancia de ambas, pues ontológicamente estamos en distintos niveles.

En la Antropología cristiana encontramos un primer elemento: somos criaturas. El hombre es un ser personal creado, que es imagen y semejanza de Dios, ésta es su dignidad, su mismidad. Sabemos que el hombre es considerado un ser irrepetible, único. Reconocemos, también, los dinamismos de permanencia y despliegue y su incomunicabilidad. El hombre se dona, se comunica, pero el hombre se hace más él, en la medida en que el hombre más se dona. La mejor definición de persona es en cuanto a su identidad y relación. Por último, en la Antropología cristiana vemos que el hombre está compuesto por tres dimensiones: bio – psico – espiritual, una unidad y no compartimientos estancos, o sea, no tripartita, sino trial.

En el mundo de la Psicología es muy difícil encontrar una antropología que tenga una idea completa del hombre y que su estructura no esté condicionada. Incluso aquella que habla de la ‘psicología profunda’, tiene la imagen profunda del hombre porque allí actúan sus fuerzas oscuras. Muy diferente de la Antropología cristiana. Hay otras menos distantes de la Antropología, que consideran al hombre como inteligencia y voluntad, o hasta se define a la persona como libertad y conciencia. Pero sabemos que es un error pensar que somos personas sólo porque tenemos inteligencia y voluntad.

Viktor Frankl (1905-1997) fue un médico psiquiatra austríaco, fundador de la escuela psicoterapéutica, Logoterapia, en la cual se intenta añadir lo espiritual a lo psíquico, considerando el fenómeno de la religiosidad o la fe en un sentido amplio. Frankl trabajó con Alfred Adler y tuvo como maestros a Rudolf Allers y Oswald Schwarz. En las premisas antropológicas franklianas encontramos que el ser humano es un ser creado por Dios (Frankl es judío) y que tiene tres dimensiones: corporal – mental – espiritual (en sentido noético, no religioso). Son dimensiones, no partes, pues el hombre no es la suma de las partes. Él también dice que estas tres dimensiones son la totalidad humana, en la cual la dimensión espiritual del hombre está constituida, no simplemente por su condición racional, sino por su referencia a Dios. A su vez, esta dimensión espiritual o noética contempla la espiritualidad, la libertad (autodeterminación) y la responsabilidad. Sin embargo, esta dimensión espiritual tiene una parte consciente y otra inconsciente, porque hay una relación escondida del hombre con Dios. Esto está en sintonía también, con la verdad de la antropología cristiana que dice que el hombre es alguien que se puede conocer, pero que no puede llegar a conocerse plenamente, sino con Dios. “El misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del misterio del Verbo Encarnado” (Gaudium et Spes, 22). Sin embargo, tiene que diferenciarse claramente la concepción espiritual Frankliana (noética), de la concepción espiritual religiosa.

Comparando la Antropología de Frankl con la de Freud o Adler, éste propone la integración de las tres voluntades: placer, poder y sentido, en la cual esta última debería tener la primacía. Por ejemplo, una señal de que una persona está con una patología o una neurosis, es cuando ésta no coloca la primacía en la voluntad de sentido.

Otro de los aspectos en la antropología de Frankl y que converge con la antropología cristiana, es que la antropología está basada en la responsabilidad y en la libertad de la persona, la cual debe vivir según su propia escala de valores. En la dimensión espiritual en la Logoterapia vemos la convicción de la bondad de la naturaleza humana, de su llamada a la perfección. Esto llevado a la antropología cristiana es interesante, pues cuando observamos lo específicamente humano, la estructura de la persona, descubrimos que el hombre es responsable de él. El hombre puede y debe formarse a sí mismo, porque es una persona libre y espiritual. El ser humano es bueno por haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza. Además, el hombre es libre y puede realizarse plenamente en la medida que acoge la gracia que viene de Dios.

El sentido de responsabilidad en la antropología frankliana se traduce en la importancia para la persona de la búsqueda del sentido de su vida y la aproximación a la vida como una misión. Es esto lo que lleva a Viktor Frankl a decir en una de sus frases célebres: He encontrado el significado de mi vida ayudando a los demás a encontrar en sus vidas un significado”. Vemos en esto una similitud con la aproximación cristiana de la vida, de dar la vida por los demás y que la mayor donación es la mayor identidad (Gaudium et Spes, 24).

Ya vimos que la concepción del hombre en que se fundamenta la antropología frankliana y la Logoterapia, es el ser humano como un ser espiritual, en la cual al cuerpo y a la psiqué se tiene que sumar la dimensión espiritual. El cuerpo y la psiqué son algo que pertenece al hombre, mientras que el espíritu es algo que el hombre es; el espíritu es su esencia, su identidad. Es lo que Frankl describe como libertad espiritual del hombre o la libertad interior. En esto vemos un parecido, también, con la antropología cristiana, en la cual vemos que en lo más profundo del ser humano encontramos al propio Espíritu de Dios y que nos hace verdaderamente libres.

Por último, otro tema afín, es el Amor. Frankl dice que “la salvación del hombre es a través del amor y en el amor”. Así y sólo así el hombre descubrirá el sentido de su vida. Vimos, que en la Antropología cristiana ocupa un lugar importante la realidad de que el hombre se dona, se comunica. En eso, hay una cercanía con Frankl, pues éste cuando aborda el tema de la auto-trascendencia, defiende que el hombre solamente se realiza cuando va más allá de sí mismo, entregándose a algo o a alguien.

Frankl no niega a Dios en ningún momento, él defiende la idea de un Dios que envía su Hijo, Jesucristo, para la remisión de los pecados de los hombres. De facto, creo que Frankl sí contribuye con algunos aspectos que llevan a considerar la fe como algo positivo y auténticamente humano. En esto sí hay una diferencia radical con la teoría de Freud, pues este veía a la religión como una neurosis colectiva.

Concluyo este ensayo, diciendo que el testimonio de vida de Viktor Frankl merece reconocimiento y no sólo intelectual. Veo en la Antropología de Frankl un intento por re-humanizar la ciencia y hacer que los hombres tomen conciencia de su dignidad. Es por eso que pienso que esta comparación es válida y creo que ambas pueden complementarse, pues lo psíquico pertenece también al dominio de lo ontológico y de lo metafísico. Por último, pienso que la terapia por él creada, la Logoterapia, puede ayudar a muchas personas a la cura psíquica y a lidiar con el problema de la falta de sentido y que, complementada con un significado auténtico y pleno que es la vida en Cristo, las personas podrán alcanzar el sentido de sus vidas desde una realidad ontológica, curando y salvando sus almas.

 

© 2017 – ante Carrasco  para el Centro de Estudios Católicos – CEC

Daniel Prieto Donoso

Daniel tiene 28 años, es chileno, ha estudiado filosofía y ahora teología en la Universidad Gregoriana en Roma.

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