Ahí donde parece no haber esperanza, donde no hay rostros brillosos ni sonrisas radiantes, en ese lugar de encierro y frustración, ahí donde el mal abunda y se respira en el ambiente, es donde la Gracia actúa con más fuerza y manifiesta el poder de Dios.
Esta se ha manifestado en un grupo de internos de un penal en el Perú, los cuales han tenido una experiencia de Gracia la cual los ha movido a desear hacer apostolado en el mismo penal, poder compartir con otros el tesoro encontrado. Recibí hace algunos meses esa noticia paradójica, y con humildad me ofrecí a poder darles formación en la fe a estas personas en conversión.
¿Qué palabras podrían explicar la vivencia de mal y bien en estas personas? Hombres que han optado por la muerte y en el abismo han encontrado la Vida y Vida en abundancia. Personas que “perdieron” la libertad y se han encontrado con el que libera la libertad.
La persona humana ha sido tocada por Dios quien por amor le ha dado el ser y lo acompaña en su existencia. La Gracia que es Dios mismo tiene la primacía en la transformación del hombre de pecador a hijo amado del Padre. Esta primacía no condiciona la libertad del hombre para acogerla o rechazarla. La transformación interior del hombre se realiza con Cristo quien le posibilita vivir la caridad cooperando así con la Gracia.
Un paso previo a la profundización del tema de la Gracia es tener en mente algunas definiciones de la Gracia y cómo se manifiesta en la realidad. El análisis de “La Gracia” realizado por Ladaria en el libro «Teología del pecado y de la Gracia»1 profundizando el Concilio de Trento, explica que la Gracia es “inherente” al hombre, o sea, que es inseparable a él. También hace referencia a algunas otras definiciones ofrecidas por Trento. «La acción de Dios que mueve al hombre a la justificación (cf. DS 1525; 1551s) lo hace perseverar en el bien (cf. DS 1541)»2 «La Gracia es también el amor y el favor de Dios manifestado en la redención de Cristo (cf. DS 1526; 1532)»3. Otro aporte que es «el don recibido de Dios y Presente en nosotros (cf. DS 1528; 1544; 1557; 1582)». La Gracia es Cristo mismo y su presencia en el hombre.
Lo principal de estas definiciones y de la concepción de la Gracia en la vida del hombre en Cristo es su primacía en la salvación y la acción divina en la realidad. El hombre por sí solo no posee la Gracia, le viene de Dios. En este Concilio está presente la idea de Gracia como presencia de Dios en el hombre. Un punto de comprensión es que la Gracia nunca puede coaccionar o ser una limitación a la libertad. Es esta la que mueve a la libertad del hombre hacia Dios, evidenciando así su primacía.
La Gracia es el impulso de Dios que mueve la voluntad a obrar el bien y la caridad. El ser humano solo puede vivir la caridad por la fuerza que le viene de Dios, quien interviene en toda obra de Bien: «no hay acciones humanas indiferentes»4, en todas está involucrada la Gracia, ya sea como una Gracia creada o una Gracia actual. La Gracia “creada” es la Gracia que toda persona posee en sí por el bautismo, la cual es presencia de Dios; ésta puede ser separada de la persona que comete un pecado mortal. La Gracia “actual” es la ayuda de Dios que ilumina o inspira a la persona para que esta responda a la caridad.
El ejemplo de este grupo de presos muestra cómo después de haber rechazado la Gracia, han obrado mal y estando en una situación moral compleja, han recibido un impulso y hoy aceptando la Gracia cooperan para el bien de sí mismos y del prójimo. Han recibido una ayuda de Dios para volver al estado de Gracia que los une a Dios.
A ojos humanos es paradójico entender que la Gracia actúa a pesar de la condición en la que se encuentre el hombre ante Dios. Toda obra de caridad realizada por el hombre tiene como principio a Dios porque Él con su Gracia lo ha impulsado. Este impulso o atracción de Dios hacia el Amor es constante; Él se ha comprometido íntima y personalmente con cada persona humana esperando ser aceptado.
La Gracia que se le ofrece al hombre no lo obliga a actuar, ¡lo invita! le abre un sendero por dónde caminar a la salvación. La libertad del hombre es un elemento importante en la reflexión de la Gracia, es la capacidad del hombre para Amar, la capacidad de obrar el bien mayor. La libertad es la capacidad de cooperar con la Gracia.
“La libertad” es un término cuya definición ha sido discutida a lo largo de la historia. La libertad es considerada por muchos en el mundo «como si fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala»5.
La libertad del hombre no está condicionada por la Gracia, o sea, está abierta la posibilidad de ir en contra de ella, de obrar el mal para sí y para los demás. La libertad es la capacidad de amar, la capacidad de entregarse a sí mismo por amor, es no estar atado a ningún elemento que impida amar.
La libertad de la persona que vive en Cristo ha sido “liberada” de todo aquello que le pueda impedir obrar según el amor, según la caridad del Evangelio. El fundamento de la libertad del cristiano para amar está en que se sabe amado primero por Dios. El pecado ata, encierra, esclaviza a la persona con el mal que no quiere6, la Gracia de la justificación libera al hombre y lo hace ser verdaderamente libre para elegir a Dios.
En estas personas encarceladas se refleja una experiencia viva de “libertad liberada”7. Ellos crecen en “libertad” estando sin “libertad”. Conforme se han encontrado con Jesús y han acogido la Gracia, la experiencia es de ser y estar libres para acercarse a la fe, para obrar el bien y para abrirse día a día a la justificación realizada por Cristo en sus vidas. Ellos hoy con su ejemplo actualizan esa justificación al cooperar con la Gracia.
Toda la humanidad presente, pasada y futura cambia con la justificación realizada por Cristo. El ser humano “queda perfeccionado interiormente”8, no desaparece ni se modifica esencialmente la persona sino que es tocada y santificada por el amor de Dios manifestado en la redención. Después de Cristo se genera una nueva creación, creación con la posibilidad de salvación viviendo la caridad. San Pablo se refiere a esta realidad como “nueva Creación”.
La transformación realizada en el hombre es obra de Dios. Dios ya ha realizado su obra en la naturaleza humana la cual puede ser eficaz con la libre cooperación. Esta transformación implica una conversión del hombre, un renovado retorno a la relación de hijos de Dios.
Esta obra transformadora de Dios vislumbra el llamado que Dios ha realizado en estos hombres en arrepentimiento del penal. Cayendo en razón de su condición de hijos han tenido la voluntad de cooperar con esta transformación que Dios con su Gracia ha realizado por medio de la cruz y que se hace actual con la conversión personal de cada hombre. Es claro que en un momento rechazaron la Gracia, pero esto no limita el llamado constante de Dios a renovar su relación de hijos, cual hijo pródigo que regresa a la casa del padre. El querer vivir para Dios de estos hombres ya es un acto de Gracia y de cambios.
La Gracia mostrada en el perdón de los pecados es transformadora y lleva a las personas a recuperar su relación de hijos con el Padre liberados de la esclavitud del pecado. «El hombre tiene fe en cuanto espera de Dios y no de sí mismo la liberación plena»9.
La conversión realizada, la virtud y el señorío alcanzado no son méritos meramente humanos. Sin caer en una mirada luterana, en la que solo la Gracia basta para la salvación, las obras de bien que hace el hombre tienen como principio y fin el favor de Dios, Gracia como presencia de Dios en el hombre y como justificación de los pecados. El mérito es de Cristo quien se encarnó, se hizo pecado10 por nosotros y trajo la salvación.
El fin del hombre es dar gloria a Dios. Dar gloria a Dios, no porque Dios necesite ser glorificado, sino para manifestar la grandeza y el poder del Amor depositado en él. Llegar al cielo es haber cooperado con la Gracia de Dios que ha dado fruto en la persona que reflejó a Jesús en su vida.
Retomando el ejemplo vivo de este grupo de personas condenadas a años de cárcel, es posible ver la obra de la Gracia en la conversión, en el poder del perdón de sus faltas y la experiencia de una libre cooperación con la Gracia. Hay muchos elementos muy positivos en su vivencia de Gracia, pero también hay otros más que son contrarios. Su historia y heridas del pecado, la vulnerabilidad de su voluntad, las infinitas tentaciones de su ambiente, son aspectos que afectan en su peregrinar de la mano de Dios. A pesar de esto, ellos luchan cotidianamente por manifestar y reflejar a Dios en medio del penal. Es un ejemplo de cooperación al impulso recibido por la Gracia al acceder a ella. Se podría decir que en ellos no hay mérito alguno para recibir los bienes de Dios, mas esto es falso porque Cristo vive en ellos y no abandona al que le busca con sincero corazón. A pesar de haber rechazado y haber roto la relación de Gracia, el favor de Dios los puede tocar para que retornen a su relación más propia, la de hijos en el Hijo de Dios.
La vivencia de Gracia es y necesita ser una acción cotidiana, constante y progresiva. La capacidad de alcanzar la vida eterna no es una recompensa, es un don gratuito que se hace accesible al hombre sin importar el estado de su relación con Dios o su circunstancia, siempre es posible por la libertad del hombre abrir un espacio para dejar entrar la Gracia de Dios.
Los privados de libertad no deben perder la esperanza ni darse por vencidos ante el pecado y el mal que hayan cometido. La misión del que responde a atender a personas en tal estado es de forjador de esperanza y alentador de la libertad. Es posible que en medio del encarcelamiento se pueda ser libre, paradójico y real por los méritos de Cristo.
La experiencia de la Gracia es tan única como lo es cada persona humana. No hay manera de describir en detalle la experiencia de la Gracia de otro, cada persona tiene una experiencia propia de Dios y de cómo actúa en su vida. Las palabras quedan muy cortas para describir la vivencia de Gracia. En la vivencia de la Gracia el sentir o no sentir algo no es sinónimo de tener o no tener una experiencia de Gracia. La fe respalda el hecho real de la Gracia, a pesar de no tener una experiencia concreta, actúa en la persona al creer y al obrar el bien.
Con Cristo la libertad se renueva, así como el estado del hombre tiene la posibilidad de adherirse a la presencia de Dios, a la Gracia. Con la justificación la persona humana contiene la presencia del Espíritu Santo y puede reflejar esa presencia por los actos que realice. El hombre tiene siempre abierta la capacidad de aceptar o rechazar esa presencia en él. La Gracia puede ser rechazada, pero Dios puede buscar e iluminarla para que ésta retorne a su camino de santidad.
Para Dios no hay imposibles y su misericordia es eterna. La Gracia no dejará de impulsar al hombre a obrar el bien, y no dejará de insistir en el retorno de sus hijos. Este grupo de presos han encontrado la ayuda de Dios. Descubrir su posibilidad de cooperar con la obra de Dios en medio del mundo y queriendo remediar sus faltas cooperando con la Gracia han optado por aceptar la ayuda de Dios y vivir en libertad en medio de la cárcel transformados por la Gracia.
1Luis F. Ladaria, Teología del pecado original y de la Gracia, Biblioteca de Autores Cristianos: Madrid, 1993
2Ob. Cit., p. 171
3Allí mismo
4Ob. Cit., p. 278
5GS 17
6Romanos 7,19
7Ob. Cit., p. 282
8Ob. Cit., p. 267
9Ob. Cit., p.218
102 Corintios 5,21
© 2017 – José Felipe Mora Fallas para el Centro de Estudios Católicos – CEC
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