La oración debe ser siempre parte de nuestra vida. Para San Pedro esto era evidente, y la relación con Dios acompaña toda su escalera espiritual. Sin embargo, en el quinto escalón nos alienta a profundizar aún más en nuestra vida espiritual y de oración.

Parecería extraño que San Pedro coloque la virtud de la piedad como quinto escalón en su escalera espiritual. Quizás nos habría parecido mejor que esté al inicio, pues al fin y al cabo, sin vida de oración no podemos subsistir. Sin embargo para San Pedro era evidente que todo cristiano que quiere ser fiel debe rezar siempre, pero era también consciente de que en la medida que crecemos en virtud, nuestra oración puede ser mejor.

No hay una oposición en la propuesta de San Pedro, pero si un énfasis en seguir construyendo una vida centrada en Dios y de dedicar un mejor esfuerzo a la piedad. Quien ha recorrido los pasos previos sin duda podrá comprender más el don de la fe y abrirse mejor a la gracia transformante de Dios.

Las anteriores virtudes recomendadas por el Apóstol nos han ido ayudando a ensanchar el corazón. Un deportista no participa de una competencia profesional sin una preparación previa. Es más, en la medida que mejor se prepara, estará en mejores condiciones de realizar una buena prueba.

En relación a la vida espiritual sucede algo similar. La Dirección de San Pedro es un camino de libertad y de colaboración con la gracia, que nos ayuda a que la fuerza de Dios nos vaya transformando interiormente. Una de las consecuencias de esa transformación interior será precisamente una mejor docilidad a la acción de la gracia de Dios, que nos permitirá una vida de oración más intensa y profunda. Las virtudes previas, por acción de la gracia, en un sentido ensanchan nuestro espíritu, y nos predisponen para un verdadero encuentro con Dios.

Es verdad que siempre puedo elevar una oración a Dios, aunque no lo haya hecho en mucho tiempo, y Dios nos escuchará y nos auxiliará con su gracia. Pero es verdad también que, quien vive de modo virtuoso y según las enseñanzas de la fe, se encuentra mucho mejor dispuesto para un diálogo personal y abierto a Dios.

La oración nos debe acompañar siempre, pero la gracia necesaria supone apertura y docilidad. La Dirección de San Pedro nos señala un camino precisamente para eso: para esa disponibilidad a colaborar con la gracia y vivir dando gloria a Dios en nuestra vida cotidiana.

Fuente: Mi Vida en Xto

 

 

Kenneth Pierce Balbuena

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