En 2012 un estudio realizado en Europa señaló que reduciendo el despilfarro de alimentos y aumentando la eficiencia de la cadena de producción alimentaria se podría mantener a mil millones de personas más.

Los investigadores aseguraron entonces que este es un objetivo factible, si en cada región del mundo se redujese al mínimo el porcentaje de pérdidas. Por otra parte, según ha publicado la agencia de noticias de la UE, Cordis, la solución a este problema pasa por la innovación, y no solo tecnológica, sino también social.

Por innovación social se entienden las ideas nuevas que tratan sobre necesidades sociales y crean relaciones sociales nuevas, ha explicado Sophie Easteal, representante de WRAP, Programa de acción para el desperdicio y los recursos del Reino Unido que, desde 2007, ha propiciado una reducción del 20% de los desperdicios alimentarios en este país.

Foodsharing

El consumo colaborativo se está erigiendo como una de esas innovaciones sociales que pueden cambiar las cosas en este sentido.

Por ejemplo, en 2012, se creó en Alemania una plataforma de consumo colaborativo bautizada como foodsharing.de y destinada a facilitar que se compartan alimentos (se calcula que, en este país, el desperdicio anual de comida tiene un valor de unos 22.000 millones de euros).

Desde entonces, la idea se ha extendido por varios países, como México, Argentina, Chile o Perú; y también España. Su versión española es Foodsharing en Español.

A través de esta plataforma, los alimentos se comparten con dos objetivos: por un lado reducir el despilfarro de comida; y por otro “resaltar la dimensión ética y sentimental de la comida”. Gracias a ella, los alimentos sobrantes para algunos de los usuarios se convierte en comida aprovechada por otros.

La corriente foodsharing ha llegado incluso a Rusia donde, según Rusian Beyond de Headlines, se multiplican iniciativas como la comunidad “Comida gratis”, creada por Alexandra Liogkaia dentro de la red social VKontakte y que cuenta ya con más de 20.000 miembros; y otros grupos similares surgidos en otros lugares del país como Siberia, Tatarstán o Carelia.

Más allá del consumo colaborativo, encontramos asimismo innovación social para evitar el despilfarro de alimentos en algunas iniciativas de redistribución de alimentos a través de alianzas entre empresas alimentarias con excedentes y organizaciones benéficas necesitadas; en la iniciativa europea para Grecia FUSIONS, Food Use for Social Innovation by Optimising Waste Prevention Strategies (un proyecto pedagógico escolar que ayuda a padres, hijos, educadores y cocineros a generar menos desperdicios) o en la puesta en marcha de supermercados sociales como los ya existentes en Francia y Austria.

Las pérdidas

A nivel mundial, entre un tercio y la mitad de la producción de comida acaba desechada, mientras que 868 millones de personas (el 12 % de la población del planeta) sufren de malnutrición.

En Europa, “cada año, se tira a la basura la mitad de los alimentos que se compran, mientras que en la UE viven 79 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza y 16 millones dependen de la caridad”, publicaba en 2012 el Parlamento Europeo.

En 2014, en el marco de la Semana Verde celebrada en Bruselas se aportaron más datos sobre el desperdicio de alimentos en nuestro continente: de media, cada hogar podría ahorrar casi 600 euros al año con los desechos alimentarios que pueden evitarse.

Los consumidores estadounidenses, por su parte, tiran cerca de 36 mil millones de kilos de comida al año, ha señalado un estudio reciente de la Universidad de Ohio realizado con 500 personas representativas de la población general y cuyo objetivo era recoger los datos necesarios para desarrollar esfuerzos dirigidos a reducir este desperdicio.

Marta Lorenzo para Tendencias21.net

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