Las cuatro competencias más importantes de ciclismo son el Campeonato Mundial en Ruta, el Tour de France, el Giro d’Italia y la Vuelta de España. Estas tres últimas son llamadas “las vueltas” y se realizan todos los años en los meses de mayo, julio y agosto respectivamente. Además de la parte deportiva propiamente tal, lo que más llama la atención del gran público, son los extraordinarios paisajes por los que pasan los ciclistas. Son montañas nevadas, bosques, pueblos pintorescos, monumentos y grandes ciudades. A veces bajo sol, a veces bajo lluvia. Caminos llenos de subidas, bajadas, curvas y rectas. Un deporte realmente fascinante.

Pero estas carreras tienen algo en común: la exigencia extrema a la que son sometidos los competidores. Tanto así que es muy difícil que un mismo atleta gane más de dos de estas competencias en un mismo año. Y la Triple Corona, que sería ganar el Mundial y dos de las vueltas en un mismo lustro, sólo se ha dado dos veces en la historia, con el belga Eddy Merckx (1974) y con el irlandés Stephen Roche (1987).

El recorrido de las vueltas por Francia, Italia y España son inmensos y pasan por gran parte de estos países. Los ciclistas tienen que enfrentar a diario kilometrajes altísimos. El esfuerzo y el gasto energético son impresionantes. Se estima que cada atleta tiene que ingerir cerca de 9,000 calorías por cada día de competencia. Los chefs que se encargan de la alimentación tienen que ingeniárselas para suplir las necesidades de las dietas de los competidores.

Todo lo anterior requiere además una preparación intensa y perseverante a lo largo de muchos meses. Infelizmente, al ser el ciclismo tan exigente desde el punto de vista físico, se convirtió en uno de los deportes que más se vio afectado por problemas de dopaje. Esta situación viene siendo trabajada en las federaciones y está haciendo de este deporte un ámbito cada vez más limpio.

En la sociedad actual la exigencia muchas veces tiene una connotación negativa. Eso se ve en la misma educación de la juventud. Los profesores considerados “exigentes”, los que ponen metas altas a sus alumnos ya no son vistos como los buenos maestros. Más bien, se tiende a considerar positivamente a los profesores “buena onda”, a los que no estiran tanto el horizonte de crecimiento personal de sus alumnos.

Cabe entonces cuestionarnos acerca de la importancia de la exigencia en la vida humana. Somos exigentes cuando aspiramos a más, cuando no nos contentamos con metas pequeñas. En la vida cristiana vemos como todos los santos han sido muy exigentes consigo mismos. La santidad implica la vivencia heroica de las virtudes, lo que no es cualquier cosa.

Entre los católicos, parece que hemos ido perdiendo el sentido de la renuncia evangélica. No como algo que niega lo humano, sino todo lo contrario. Cristo nos mostró en la Cruz que el camino de la salvación es la entrega. En el cristianismo, perder es ganar y dar es recibir. Buscar vivir las virtudes cristianas es un camino de plenitud que comporta determinadas exigencias. La práctica deportiva y concretamente el ciclismo, puede ser para nosotros un gran ejemplo. Y por eso nos dice San Juan Pablo II: «El deporte, si se vive de modo adecuado, se convierte en una especie de ascesis, el ambiente ideal para el ejercicio de muchas virtudes»1.

 

1Juan Pablo II, Discurso a la Asociación Deportiva de Fútbol Roma, 30/11/2000, 2.

Alexandre Borges de Magalhães

Alexandre nació en 1972 en Brasil. Es Bachiller en Teología y Licenciado en Pedagogía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. En la actualidad es el Coordinador General del Movimiento de Vida Cristiana MVC. Reside en Lima (Perú).

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