Cómo una pequeña que pasó por casas de acogida llegaría a portar la bandera americana en el desfile de cierre de los Juegos Olímpicos de 2016.

“Si Dios te está haciendo esperar, prepárate para recibir más de lo que has pedido”: este es el mensaje que Simone Biles tiene fijo en su cuenta de Twitter y que refleja la gratitud que la joven gimnasta quiere compartir con el mundo.

Esta campeona del mundo de gimnasia artística se ha hecho con el podio en distintas disciplinas más de tres años consecutivos, además de conseguir cuatro medallas de oro en las últimas Olimpiadas en Río de Janeiro.

Dicho así nadie podría suponer que, detrás de tanta excelencia, Simone Biles tuvo un comienzo más que difícil, no solo en el deporte, sino en la vida.

Cuando apenas contaba con tres años de edad, los servicios sociales consideraron que la madre de Biles no estaba en disposición de cuidar de sus hijos debido a su consumo de drogas.

Fue en ese momento cuando el abuelo de Simone y la mujer de este, tuvieron que tomar la decisión de hacerse cargo de los pequeños. “Supo que era Dios el que le pedía que nos abriera su corazón”, describe Biles sobre la señal que recibió la que ahora es su madre en ese momento de indecisión.

A pesar de esos comienzos difíciles, la joven gimnasta creció en el seno de una familia religiosa en la que sabían que Dios estaba detrás de los momentos de celebración, así como les acompañaba en los más duros. La oración y las canciones se convirtieron en amuletos que ayudaban a Simone, y a su hermana pequeña Adria,  a sobrellevar desde niñas situaciones que no llegaban a comprender, como la pérdida de su abuela.

Aquí estoy, Señor era la canción que pedían a su madre que les pusiera en el iTunes antes de irse a dormir: “aunque la abuela estuviera en el cielo, cantar esa canción siempre nos hacía sentir más cerca de ella”.

Biles estuvo hecha para la gimnasia artística desde el momento en el que sus ojos se posaron sobre una cama elástica. Desde el principio destacó en este deporte de competición que le resultaba fácil y divertido. Sin embargo, esa habilidad natural no siempre fue suficiente, por lo que la joven americana conoció pronto el verdadero significado del esfuerzo y del sacrificio.

Una vez comenzaron los ejercicios de barras, el potro y los saltos mortales, Simone solía arrodillarse cada domingo en misa para pedir por su familia y sus compañeras de gimnasia, en primer lugar; “entonces, visualizaba mi entrada en el equipo nacional, me lo imaginaba como si fuera una película. Esa era mi oración y tenía fe en que Dios estaba conmigo.”

Tanto en los momentos de triunfo como en aquellos en los que pensaba que jamás llegaría a cumplir sus sueños como deportista, Simone siempre ha estado convencida de que Dios le ha concedido este don para la gimnasia artística.

Echando la vista atrás alberga la certeza de que, incluso si su vida no se hubiese desarrollado de la forma en que lo ha hecho, Dios habría encontrado la manera de guiarla hasta este mundo en el que, una pequeña que había pasado por casas de acogida, llegaría a portar la bandera americana en el desfile de cierre de los Juegos Olímpicos de 2016.

“Él no solo me había dado mi pasión por la gimnasia sino también el valor para volar sobre el suelo del estadio”, relata Simone Biles en el libro Sin miedo a volar, una biografía con la que repasa su vida mientras crece en casa y en los estadios como joven y como atleta.

Artículo completo en el siguiente link:

https://es.aleteia.org/2017/05/18/simone-biles-una-gimnasta-sin-miedo-a-volar/

 

 

 

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Aleteia viene del griego antiguo. Significa "verdad". Creada en 2011, Aleteia surge como una respuesta al desafío lanzado por Benedicto XVI de anunciar el Evangelio en los Nuevos Medios.

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