Los brasileños vivimos actualmente una gran cruzada contra la corrupción que se ha instaurado en grande parte de los estamentos políticos del país. Las altas esferas del sistema público y de las empresas privadas parecen estar involucradas. Cada día somos sorprendidos por nuevas e impactantes situaciones y nos vemos absolutamente impresionados por las sumas astronómicas que fueron robadas del pueblo y que por lo tanto, fueron desviadas de su finalidad auténtica que era el bien común.

El último caso tiene que ver con las Olimpíadas de Río y deja en evidencia cómo el mundo deportivo también puede ser manchado por la corrupción. Trátase de algo muy vergonzoso para el país porque ha tenido gran repercusión internacional: ha sido arrestado Carlos Arthur Nuzman, el presidente del Comité Olímpico Brasileño, acusado de haber comprado votos para la elección de la ciudad de Río de Janeiro como sede de los juegos olímpicos pasados.

Un detalle importante, irónico si no fuera trágico, que manifiesta la gravedad de la situación: este directivo posee un gran número de barras de kilos de oro, justamente el metal que representa la grandiosidad deportiva, el metal con el que se distingue los primeros lugares en las competencias olímpicas.

Resulta muy triste ver cómo incluso la fiesta mayor del deporte puede tener un submundo que involucra transacciones espurias que hieren el espíritu olímpico, que por principio evoca justamente lo mejor de la naturaleza humana.

El caso anterior viene precedido de los escándalos de corrupción de la FIFA, órgano máximo del fútbol mundial, donde importantes dirigentes fueron alejados de sus cargos, algunos incluso arrestados, también por casos de compra de votos y por recibir recursos de manera indebida.

Vemos así cómo la práctica deportiva no es inmune al mal, esta realidad tan misteriosa del hombre. Varias veces exaltamos los muchos signos de Gracia en el deporte, pero nunca podemos olvidar que la realidad del pecado también existe y que puede hacerse presente en todo lo que hace el ser humano, incluso en la práctica deportiva.

No solo los directivos son los culpables del mal en el deporte. También los atletas cuando se utilizan de métodos irregulares para vencer, como el dopaje, por ejemplo. O algunos hinchas que, a veces, hacen de los estadios campos de batalla, espacios de violencia e incluso de intolerancia, como los casos de racismo en el fútbol.

La persona humana está llamada a la vida de gracia, pero por su naturaleza dañada por la culpa original, a veces se ve inclinada a la maldad y termina abriendo las puertas de su ser para corrupciones de todo tipo. Por eso la vida es un permanente combate espiritual, un proceso por el cual debemos buscar cada día superar nuestras limitaciones y malas inclinaciones.

La moral cristiana nos enseña a no acostumbrarnos con el mal, pero tampoco a escandalizarnos por él. Gracia y pecado están presentes en nuestra realidad. Creemos que Cristo es el reconciliador de la humanidad y por eso, siempre tenemos esperanza. Él vino a redimirnos del mal y a mostrarnos el camino de la auténtica plenitud. El deporte, si es bien vivido, es una escuela de virtudes que nos hace mejores personas y mejores cristianos.

Alexandre Borges de Magalhães

Alexandre nació en 1972 en Brasil. Es Bachiller en Teología y Licenciado en Pedagogía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. En la actualidad es el Coordinador General del Movimiento de Vida Cristiana MVC. Reside en Lima (Perú).

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