No sé cómo hacer más entendible esto que experimento. Quizás he comenzado a hallar la respuesta a “La Pregunta” que tanto me aqueja. Lo que es al mismo tiempo gracioso y angustiante es que hay muchísimos ángulos, muchas maneras de ver la situación, pero todos confluyen a un mismo Misterio, como todos los ríos terminan en el mar.

Sin embargo, para llegar al mar he de embarcarme en algún río ¡Qué difícil esto! ¡La disyuntiva de escoger! Cuanto más me adentro en mi propio misterio, más solidario me descubro del resto; pero al mismo tiempo, ¡cuán poco sé de ellos! ¿Cómo será su misterio? ¿Cómo será el río por el cual navegan? ¿Se juntará en algún momento con el mío? ¿Sufren como yo hasta llegar al mar, o están dormidos en la barca, dejando que la corriente los lleve?

¡Despierten! ¿Qué no ven que no conocemos el mar? Quizá hubiese sido mejor quedarnos en tierra firme, como los otros… Pero el mar nos atrae, crea las corrientes de nuestros ríos, y no importa cuánto luchemos, eventualmente vencerá. Su victoria, sin embargo, ¿cómo será? ¿A qué precio ganará? ¡Cuántos se caerán de la barca! ¡Cuántos nunca se embarcarán! ¿Y quién se responsabiliza de esto? ¡Si muchos no saben ni siquiera que existe el mar!

Y yo los veo y no puedo no sentirme responsable. Yo los veo caer, los veo quedarse y al verlos, ya no sé si quiero quedarme con ellos o llegar al mar solo. Quisiera tener más espacio en mi barca para llevarlos a todos, quisiera que nadie se quedase, que nadie se cayese, que nadie se quedase dormido en la travesía ¡Y cómo se sufre en tierra firme! ¿Qué le respondo al que me pregunta el por qué de su dolor, de su sufrimiento? ¿Qué le respondo a aquel que ni siquiera tiene un bote para embarcarse? ¿Puedo prescindir de su misterio? ¿Realmente puedo dejarlo allí?

¡Hay tanto que hacer! ¡Hay tantos en tierra, tantos en el fondo de las aguas! ¡Y cuán poco puedo hacer yo, cuán poco! A veces siento como si estuviera tratando de frenar al mar, para que espere un poco antes de llevarnos: si nos lleva, no vendrán tantos ¡Espera un poco, a ver si convenzo a algunos más! ¡Espera, a ver si aguanto un poco más la tensión de estar en la brecha!…¿acaso no quieres que lleguemos todos a ti, mar, todos a Tí, Dios? ¿Por qué, entonces, las cosas son así? 

A veces te quiero enfrentar, y arrancar a todos de las garras del dolor, como si Tú fueras su causa. A veces quisiera ser yo el justiciero que decide de una vez por todas que todos nos vamos a Ti, y que tienes que recibirnos, pues Tú nos creaste, nos llamaste y nos amas. Pero no puedo y me doy cuenta que no puedo y me siento un miserable. Me doy cuenta de que casi nadie se da cuenta y casi no puedo aguantarlo. Me percato de que nadie tiene la respuesta definitiva y que nadie la tendrá hasta llegar a Ti y que voy a pasar el resto de mi vida sufriendo por no tenerla y comprometiéndome con todos en tu Nombre, a pesar de que yo mismo estoy en la cuerda floja muchas veces ¿Cuánto puedo cargar sin perder el equilibrio? ¿Cuánto puedo cargar sin que la cuerda se rompa?

Haga lo que haga, no me puedo llevar a todos, no los puedo salvar a todos, soy muy pequeño. Soy pequeño y débil. Un día estoy bien, al otro confundido y todos los días llamado ¿Por qué me llamas a Ti, si soy así? ¿Por qué me llamas si sabes que tantas veces me voy a revelar? ¿Por qué nos creaste si íbamos a sufrir? Y me dices: para amar.

Y yo peleando y Tú amando; yo reclamando y Tú entregando. Pero, ¿acaso has confiado en mí para llegar a todos los otros? ¿Cómo se te ocurre? Y yo los veo y siento que Tú los amas, pero tu estrategia está fallando, pues a través de nosotros, ¿cuánto puedes hacer? ¡Me haces sentir responsable de lo que a Ti te corresponde! ¡Y no hay nada que hacer, las cosas son así, no puedo cambiar mi corazón! ¿A cuántos tengo que anunciar para que estés satisfecho? ¿A cuántos tengo que hacer caber en mi mísera barca? ¿Por qué tienes que confiar en mí para esto? ¿Por qué confías en nosotros? ¿Es nuestra culpa que tantos hayan caído? ¿Es nuestra culpa que muchos no lleguen a Ti, mar de sosiego?

Ahora recuerdo que Tú has estado en la brecha más que yo. Y en cierto modo me alivia. Fuiste como nosotros para que seamos como Tú. Asumiste todo para que todos lleguemos al Mar. Te hiciste nave y navegante, te hiciste corriente y estandarte, te hiciste vela y viento. Tú eres el mejor de nosotros. Tú nos llevarás a todos. Tú contemplas todos nuestros misterios con claridad deslumbrante, con resplandor diáfano y siento que puedo confiar en Ti. Dime, si te sigo, ¿me prometes llevarnos a todos? Si hago lo que Tú me digas, ¿podremos ser felices? ¿Me abrirás tu Misterio? 

Tú tienes el poder de hacer que el río sea un lugar de aventura, de felicidad, de humanidad. Tú me levantas la cabeza para que descubra a los otros navegantes, que en su sabiduría o ignorancia me pueden hablar de Ti. Tu Misterio está también en ellos y me enriquece a mí. Pues cuando mi río se junta con otro, sé que estoy más cerca del mar ¡Ayúdame a confiar en que no es inútil embarcarme en este río! ¡Ayúdame a creer en que verdaderamente al final se encuentra el mar! ¡Que confíe en que el Amor es verdadero y sobreabundante razón para permitir nuestro sufrimiento pasajero! ¡Que pueda ver en tu rostro y tu madero que la justicia que Dios eligió eres Tú!

© 2017 – Sergio Mavridis para el Centro de Estudios Católicos – CEC

Sergio Mavridis

Sergio nació en Lima (Perú). Estudió 3 años de Ingeniería Mecatrónica en la PUCP. Es integrante del Sodalicio de Vida Cristiana.

View all posts

Agregar commentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.