¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si Internet desapareciera? Piénsalo: No más Facebook, ni Twitter, ni Instagram… no más chats, no más compartir fotos, no más GPS… ¿te imaginas?

Con el paso del tiempo nos volvemos más dependientes de Internet, no solo para la vida social, sino para nuestro trabajo; muchos de nosotros dependemos de un acceso a Internet para nuestra vida laboral. Pero también mucha de la infraestructura vital depende de la Red… acueductos, red eléctrica, servicios de urgencias, etc.

Algunos dicen que la vida sería más tranquila sin Internet. De hecho, algunos grupos sociales viven en comunidades donde no existen medios de comunicación modernos, como los Amish en EE.UU. Ellos llevan vidas muy parecidas a lo que se vivía en el siglo XIX, con muy pocos elementos modernos. Para muchos una vida atractiva, para otros una pesadilla hecha realidad.

Con el tiempo, Internet va modificando no solo nuestra manera de aproximarnos a la realidad, sino que se constituye en una ventana desde la cual vemos y juzgamos esa realidad; no se trata simplemente de herramientas técnicas, sino de cambios de paradigmas en nuestra cosmovisión e incluso en nuestra jerarquía de valores.

Por eso surgen incluso patologías relacionadas directamente con las nuevas tecnologías, lo que muestra lo íntimamente unidas que están a nuestros procesos mentales y físicos. No se trata entonces de meras herramientas, sino de elementos modificadores de nuestra realidad. Y por ello, con mayor razón, debemos tener cuidado con cómo las manejamos e incorporamos a nuestras vidas.

Carlos Díaz Galvis

Carlos es el Director Editorial del Centro de Estudios Católicos CEC. En la actualidad reside en Medellín (Colombia).

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