Ya es algo de conocimiento público como la tecnología, especialmente, las nuevas redes sociales, puede traer beneficios o problemas para el sano desarrollo personal de la actual generación, conocida en muchos ambientes como los “nativos digitales”. En esta breve columna quiero dejar algunas reflexiones, para que cada uno se pregunte cómo utiliza estas herramientas tan poderosas. Antes de cualquier análisis, vale la pena dejar muy claro, que como todo tipo de “herramientas” personales, la tecnología puede ser usada para denigrar o elevar al ser humano, de acuerdo a la formación y educación que la persona ha recibido, o tiene, para manejarla con madurez. Quiero plantear 3 dificultades que veo en el uso “inconsciente” que podemos darle.

Primero, ¿no les parece que estamos perdiendo cada vez más el espacio de intimidad, que es tan necesario para cultivar buenas relaciones, principalmente, si hacemos referencia al ámbito familiar o al círculo más íntimo de amigos? Hay estudios muy interesantes que analizan la cantidad de “selfies” que una persona se toma a lo largo de un día. Hablamos desde uno hasta más de 10 selfies, tan sólo en un día. No es el caso, en este momento, de desarrollar las conclusiones interesantísimas a las que llegan dichos estudios. La idea que quiero dejar en tela de juicio es la siguiente: ¿Es necesario que tomemos fotos de lo que estamos almorzando con nuestros amigos, con nuestra familia? ¿Es necesario que “todos” se enteren qué lugares estoy visitando en mi viaje de vacaciones? Que, después de más de 20 años, me reencuentro con una bisabuela, que por distintas razones, recién ahora puedo visitarla. A este fenómeno propongo llamarlo de “exhibicionismo”. ¡Ojo! Lo sutil en relación a este comportamiento es que lo experimentamos como algo normal. Además, como todos lo hacen, ¿por qué yo no? Personalmente, me parece que hay ciertos ámbitos que merecen la privacidad e intimidad respectivas. No me hago ningún problema en el hecho de dejar “ese momento” guardado para la posteridad, pero publicarlo “inmediatamente” en el Facebook, Snapchat, Instagram, Whatsapp… me parece que cada uno debe hacer un alto y preguntarse si ese modo de proceder, cada vez más “naturalmente” social, es algo bueno o puede perjudicar de alguna manera nuestras relaciones personales.

 

Segunda reflexión: una posible superficialidad. Que quede claro, de antemano, que no estoy diciendo que el uso de las redes sociales, conlleve, de por sí, a una actitud superficial ante la vida. Sin embargo, creo que vale la pena hacerse la pregunta. Obviamente, el Internet, con su velocidad y globalización nos permite enterarnos de fenómenos ocurridos al otro lado del planeta, prácticamente con pocos minutos de retraso. Eso es realmente algo impresionante. Nadie lo discute. Pero tengamos en cuenta el fenómeno del “scrolling” – que es el hecho de “bajar” con el dedo la pantalla del celular o tableta, de forma rápida, saltando noticias o informaciones, que a uno no le interesa pues no le “parecen relevantes”, deteniéndose un rato a fijarse con un poco más de detenimiento en las que sí te interesan. Además, sumémosle, que normalmente en las redes sociales la noticia suele ser algo “escueto” y no muy explicado, porque, en general, el interés no es tanto entender las razones de fondo por las que sucede lo que sucede, sino estar informado sobre qué ocurre, prácticamente en este momento. Lo pongo de esa manera, pues tan solo una hora después – por decir alguna cantidad de tiempo – nuestra atención está volcada en otra noticia que se ha vuelto viral. Pregunto, ese fenómeno, ¿no estará promoviendo una manera superficial de acercarse a los hechos de la vida real? ¿Se puede comprender lo que está realmente pasando al otro lado del mundo, por no decir en el barrio vecino o en otro colegio al que mi amigo frecuenta? Lo escueto, rápido y fugaz que se vuelven las noticias en las redes, ¿no promueve una actitud superficial? Vale la pena reflexionar más sobre este asunto.

Finalmente, quiero meditar sobre la posibilidad que proporciona Internet de poseer tanta información, sobre tanta cosa, de modo – aparentemente – “infinito”. Uno encuentra “tutoriales” para resolver – pareciera – cualquier problema o necesidad que tengamos que resolver. Información sobre cualquier tema. Y así por delante. Pienso que de modo sutil, e incluso inconsciente, genera en nosotros la idea que la tecnología puede ser la respuesta a “todos nuestros problemas”. Es algo así como una nueva ciencia, capaz de resolver cualquier lo que sea. Y si todavía no lo puede hacer, es simplemente una cuestión de tiempo. ¿No le estaremos dando una importancia y valor sobredimensionado, que en realidad, no lo tiene? Es claro que las posibilidades, facilidades y soluciones que nos brinda son algo espectacular. No lo puedo negar. Es más, estoy de acuerdo. Pero creo que tenemos que profundizar un poco más sobre esta actitud, que muchas veces tenemos – no necesariamente todos -  a las capacidades que creemos tiene el Internet. Es como para pensar.

 

Pablo Augusto Perazzo

Pablo nació en Sao Paulo (Brasil), en el año 1976. Vive en el Perú desde 1995. Es licenciado en filosofía y Magister en educación. Actualmente dicta clases de filosofía en el Seminario Arquidiocesano de Piura.
Regularmente escribe artículos de opinión y es colaborador del periódico “El Tiempo” de Piura y de la revista "Vive" de Ecuador. Ha publicado en agosto de 2016 el libro llamado: “Yo también quiero ser feliz”, de la editorial Columba.

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