Hay un camino muy atractivo, emocionante, lleno de colores y sensaciones, un camino rápido, cuesta abajo, que te hace experimentar la velocidad, la emoción de la gravedad al dejarte caer: es el camino de la “libertad”, donde puedes hacer todo lo que te dicta tu sentimiento, gozar de los placeres prohibidos, sin retos, con tranquilidad y “paz”.

Definitivamente este camino es posible. Sin embargo, la pregunta es: “¿Este camino me lleva a la felicidad?”

En primer lugar, vivir sin límites es algo muy atractivo y sugerente, ya que, en nuestro interior experimentamos un deseo de una libertad infinita y en cierta medida, todo lo que nos limita no nos basta. Creemos que nos aleja de la felicidad que tanto queremos.

El problema surge cuando buscamos saciar nuestro anhelo de infinito con cosas que, en verdad, nos hacen más esclavos y nos limitan aún más.

A continuación, quisiera hablar sobre las esclavitudes de una vida sin límites:

Privado de todo lo que requiera esfuerzo

Aquel que pretende poder hacerlo todo pero se hace incapaz de hacer lo sencillo. Quiere ir al otro lado del mundo, pero no es capaz de cambiar cuando lo quiere hacer o parar cuando el dolor de seguir por el mismo camino, está destruyendo su vida.

Este tipo de personas sólo quieren gozar de una vida sin parámetros y se esclavizan a una vida fácil, haciéndose incapaces de habitar el mundo de los retos y sueños que requieren esfuerzo.

Privado de Sentido

Aquel que no sabe ponerse límites va perdiendo la capacidad de identificar aquello que le conviene, aquello que va de acuerdo a su personalidad. Va perdiendo la capacidad de descubrir su propio proyecto de vida, sus sueños más profundos, sus anhelos más nobles y traiciona su propio corazón, porque lamentablemente el placer desordenado va distorsionando su sensibilidad.

¡Privado del Amor!

Aquel personaje libre puede hacerlo todo, puede salirse de las normas y usar a quien le plazca. Pero, ¿será acaso que podrá amar de verdad viviendo sin ningún límite? ¡Quizás se ha negado a la posibilidad de experimentar el amor auténtico! Quizás por buscar su libertad se ha quedado sólo y por buscar su autonomía se ha alejado de todos y ahora sin ataduras esté desligado de todos.

Se ha privado de la amistad auténtica que requiere sacrificio, compromiso, que se forja en el dolor, en la prueba y requiere consistencia. 

¡Que tristeza que este hombre libre para hacer lo que quiera, ahora, no pueda resistir esclavizándose al impulso de sus pasiones y no pueda vivir la belleza de un amor cargado de pureza! 

Aquel hombre sin límites, que puede hacerlo todo, ahora le es difícil poseer la alegría de ayudar al pobre, de dar consejo al amigo y compadecerse del atribulado.

¿Será cierto que no tiene límites y que puede hacerlo todo? ¿Podrá tener la paz que trae el perdón? ¿Podrá liberarse de la angustia de la venganza, del rencor, el resentimiento?

Aquel hombre sin límites, buscando su libertad se ha hecho esclavo. Esperemos que pueda, en algún momento, escuchar los gritos de su interior que le piden parar, pidiéndole liberarse de una falsa vida sin límites.

Conclusión

Ante la pregunta: “¿Puedo ser feliz con una vida sin límites?” Definitivamente, no. Si entiendes la vida como algo encerrado en la superficialidad del placer, que te esclaviza en lo sensible, en tu dimensión más parecida a un animal, los límites de tu ser te abren a dimensiones profundas de tu corazón, que no puedes dejar de lado si es que en verdad quieres ser libre. 

En verdad quiero vivir sin límites, plenamente libre, hasta el infinito… 

¡Pero esto significa mucho más!

 

Bernardo Marulanda

Bernardo nació en Medellín (Colombia) el año 1987. Es teólogo, graduado en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma. Es laico consagrado, miembro del Sodalicio de Vida Cristiana. Actualmente vive en Ayaviri ( Perú) donde realiza su misión evangelizadora.

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