Desde la irrupción en el mercado editorial del fenómeno de superventas “El código Da Vinci” de Dan Brown, se ha sucedido en distintos medios de comunicación una verdadera avalancha de reportajes, comentarios, películas, series, entrevistas, etc, que tienen como objetivo lograr lo que algunos llaman una verdadera aproximación al Jesús histórico y real, el que –por supuesto– estaría en contradicción, o al menos alejado de la imagen de Jesús que ha proyectado el cristianismo y la fe de la Iglesia Católica en casi dos mil años de tradición.
A este respecto vale detenerse un minuto para reflexionar sobre este fenómeno ya que, como casi todas las cosas, tiene aspectos positivos y otros negativos ante los cuales debemos estar atentos.
En primer lugar es valioso destacar el interés que genera en el público conocer sobre Jesús, independientemente de la calidad científica que se auto atribuyen ciertos programas de televisión; es importante que medios de comunicación de tamaño e influencia global, dediquen no pocas horas de su programación a la figura de Jesús de Nazaret.
Más curioso resulta que en un mundo donde diariamente muchos medios de comunicación presentan a la religión, al cristianismo –y al catolicismo en particular– como algo “pasado de moda” y cada vez menos influyente, la figura de Jesús (origen de la doctrina cristiana) siga siendo una verdadera mina de oro para esas mismas empresas.
En segundo lugar debemos analizar, someramente, qué Jesús es el que presentan estos programas de televisión. Algunos se apegan a los relatos bíblicos tal cual los conocemos y tal cual los ha conocido la ortodoxia religiosa cristiana en sus dos mil años de historia. Estos son los casos de canales católicos o de inspiración cristiana, que más bien apuntan a un nicho específico de audiencia ya cautiva, y a quienes no les suena extraña la afirmación de que Jesús nació de una madre virgen, o que fue célibe, ni mucho menos que resucitó al tercer día después de su muerte para posteriormente ascender al cielo.
Otros canales (la mayoría) dedican sus horas de programación a refutar los datos bíblicos para hacernos llegar a un supuesto “Jesús real” que estaría ausente de ellos. Para esto se valen principalmente de: Evangelios apócrifos, textos de historiadores no cristianos y relativamente contemporáneos a Jesús (como Flavio Josefo) y una verdadera legión de autodenominados “expertos” en cualquier “ciencia” que sirva para su propósito.
Desde esta perspectiva encontramos físicos explicando la imposibilidad de que alguien camine sobre las aguas, médicos haciendo lo posible por justificar los milagros atribuidos a Jesús, astrónomos explicando la estrella de Belén y, en muchos casos, gurús, chamanes, parapsicólogos, y “magos” exponiendo sobre las cualidades paranormales de la vida y obra de Jesús de Nazaret.
Toda esta construcción está basada más que nada en líneas editoriales, e ideas propias de ciertos realizadores, las que tienen muy poco asidero en la realidad, y que muchas veces no se sostienen por sí mismas.
A muestra un botón: ¿Son acaso los evangelios apócrifos fuentes autorizadas para conocer a Jesús? Los evangelios apócrifos nos ofrecen una mirada sobre la vida y el ministerio de Jesús que las comunidades cristianas desde el comienzo tuvieron en estima, pero que –en su mayoría– rápidamente fueron desechadas ya que no “aportan” nada relevante al conocimiento de Jesús que ya se encuentra en los Evangelios Canónicos.
Los evangelios apócrifos han estado desde hace muchos años disponibles en todas las librerías de corte religioso (sí, incluso en las católicas) y sus textos jamás han sido escondidos ni por el Vaticano, ni por nadie. Es significativo que a la hora de enfrentar estas fuentes, los realizadores de la televisión casi siempre toman fragmentos de los libros que sirven para apoyar su propia teoría sobre lo que ellos piensan de Jesús, y muy rara vez se hacen cargo de datos incómodos a sus propios intereses.
Entonces, ¿Son fuentes válidas para conocer a Jesús? Es una fuente tan válida para conocer a Jesús como lo es el sonido que hace el motor de un auto para conocer su modelo, marca y color. Algo podremos saber, pero con poca certeza y menor detalle (saque usted sus conclusiones).
En tercer y último lugar, y aunque no soy amigo de teorías conspirativas ni tramas ocultas, es necesario prevenirnos que una manera de acallar la enseñanza de la Iglesia (que muchas veces va contra la corriente) es precisamente desprestigiando su conexión con su fundador. De esta manera se la despoja de su dimensión sobrenatural, reduciendo su realidad a una condición intrahistórica y social, añeja y decimonónica que ya no tiene cabida en el mundo actual. Para eso Jesús se presenta como un “revolucionario” político, un hombre bueno y con ciertos poderes sobrenaturales, pero ajeno de la realidad de la primera comunidad, y sin ninguna conexión con la Iglesia actual. Si sacamos a Jesús del origen, vida y misión de la Iglesia, en efecto, queda un castillo de naipes que a la mínima brisa vuela por los aires.
Por todo esto es necesario observar con detención la imagen que los medios de comunicación nos muestran sobre Jesús, no para acallarlos ni para coartar la libertad creadora y de expresión de los comunicadores, sino para tener una mirada crítica, coherente con la fe, y que sea capaz de discriminar lo que es razonable y lo que es fantasía. Como hemos descrito, de una manera muy superficial, la fantasía sobre la vida de Jesús se encuentra más en la pantalla de televisión que en la fe de la Iglesia.
© 2017 – Boris Carreño para el Centro de Estudios Católicos – CEC