En el Perú el fútbol es, con gran diferencia, el deporte más popular y por lo tanto, con una tremenda capacidad para impactar en la sociedad, tanto positiva como negativamente. En los últimos meses he comenzado a trabajar en la Fundación Creer que busca realizar un impacto social en todo el Perú a través del deporte, especialmente en los niños y jóvenes peruanos con diversas iniciativas a nivel de fútbol infantil y juvenil. Dentro de esas iniciativas se encuentra la de realizar un Curso de Formadores de Fútbol Infantil y Juvenil (CFF) que pretende que los formadores tengan una buena preparación técnica-táctica y, al mismo tiempo, reciban una formación humana significativa que los lleve a aprovechar su trabajo para formar a los niños y jóvenes integralmente como personas. Dentro de esta formación del CFF se encuentra un módulo llamado “La persona humana” que tiene como principal objetivo que los futuros formadores de fútbol infantil y juvenil adquieran y desarrollen una mirada integral, realista y positiva de la persona.

Hoy en nuestra sociedad existe una gran necesidad y una fuerte tendencia a replantear la educación, es decir la formación de las personas. Tal como postula Edith Stein en su obra “La estructura de la persona humana”, la weltanschauung (traducida generalmente como “cosmovisión” o “visión del mundo”) que cada persona tiene se traduce en consecuencias concretas en su obrar, y esto es particularmente relevante en la labor pedagógica. Es decir que la visión que tengamos de la realidad, y en particular la mirada que cada uno (o un credo, sistema o ideología) tiene de la persona humana, tiene una relación e influencia directa en la manera en que se pretende formar a dicha persona.

Es así que recuperar una antropología cristiana, que tenga en cuenta los datos filosóficos y los propios de la Revelación, permitirá elaborar una propuesta pedagógica rica para que el hombre pueda desarrollarse plenamente en su humanidad. Sabemos que la mirada cristiana del hombre debe tener en cuenta los tres aspectos clásicos de la antropología teológica: creación, pecado y gracia, y que cualquier antropología que decida prescindir de uno o más de estos datos fundamentales, quedará inmediatamente reducida y parcializada. Sin embargo, creo que merece el esfuerzo buscar desarrollar la riqueza de la bondad ontológica del hombre creado a imagen y semejanza divina al momento de plantear un programa de formación antropológica para un proyecto relacionado con el deporte, pues en el ámbito deportivo podemos ver de forma paradigmática cómo el hombre ha sido creado bueno y capaz de realizar grandes cosas.

Al momento de desarrollar el módulo de “La persona humana” para el CFF de la Fundación Creer he considerado esenciales los contenidos que aporta la antropología cristiana, muchos de los cuales están presentes y son iluminados por la doctrina sobre la creación de la antropología teológica.

Al sumergirnos en el misterio de la creación es importante considerar que ésta no es un mero hecho del pasado, perteneciente a la historia y propio de una “arqueología teológica”, sino que es una realidad constante fruto de la relación entre Dios (Creador) y el hombre (criatura) y toda la creación, esto es lo que algunos teólogos suelen llamar la creatio continua. La creación, es así, una realidad originaria (responde al arché), presente (responde a lo existencial, hic et nunc) y escatológica (responde al thelos) de importancia fundamental para el hombre. La creación nos presenta también al hombre como ontológica y originariamente bueno (sin negar el posterior pecado y la caída de la naturaleza humana), y esto es un hecho que es necesario rescatar ante ciertas miradas excesivamente negativas o nihilistas y que es perfectamente expresado en la bondad y belleza del deporte.

Sabiendo que la persona humana es imagen y semejanza de Dios y que Dios es comunión personal trinitaria de amor, es decir que la Santísima Trinidad es la comunión de las Tres Personas Divinas, podemos comenzar a comprender distintas características de la persona humana. Es así, como entendemos que la persona es un misterio; valoramos también su dignidad y su libertad; profundizamos en su ser social y estar siempre en relación; su contingencia y su bondad; y, por supuesto, su naturaleza bio-psico-espiritual.

Una de las categorías más ricas y profundas que permiten aproximarnos a la realidad de quién es la persona humana es la de misterio. El hombre es un misterio, viene del misterio, su propia existencia y profundidad interior son un misterio para sí mismo; y se dirige hacia el misterio, es así que el hombre “permanece para sí mismo un ser incomprensible” (Redemptor hominis, 10). Es importante comprender que lo misterioso no quiere decir que sea totalmente desconocido, el misterio es una realidad paradójica, en la que mientras más penetramos y conocemos, descubrimos que más crece la inmensidad de aquello que no podemos abarcar por completo, ni mucho menos poseer en su totalidad. Me parece que contemplar el misterio de la persona, a la luz del Misterio Trinitario, es esencial para que todo profesor o formador de fútbol infantil y juvenil, se aproxime con reverencia y respeto hacia el niño o joven que tiene en frente, evitando juicios simples o etiquetas fáciles que pueden hacerle mucho daño en su desarrollo personal.

La enorme dignidad de la persona humana puede ser resaltada desde muchos argumentos, pero sin duda, el hecho de haber sido creada por Dios a su imagen y semejanza, siendo así la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo (Gaudium et spes, 24) le da una consistencia y un fundamento indiscutible al valor absoluto que tiene cada persona humana, independiente de sus características puntuales tales como: edad, sexo, raza u otras. Que la dignidad de la persona humana no disminuye ni aumenta con sus éxitos y posesiones, también permitirá al formador de fútbol tener una mejor aproximación hacia el esfuerzo y los logros que pueda alcanzar con los jugadores infantiles y juveniles que tenga a su cargo y es, por lo mismo, un aspecto esencial a destacar en la preparación de los mismos formadores.

Las personas son libres, hemos sido creados libremente por Dios en su amor y para su amor y es justamente esa invitación al amor la que fundamenta nuestra libertad, que nos permite asentir y ordenar nuestra vida hacia el bien. Si el Señor valora y respeta la libertad de cada hombre, con mayor razón nosotros estamos llamados a respetar la de los demás. Evidentemente la libertad no equivale a un libertinaje egoísta e individualista y debe siempre respetar el bien común, es decir, respetar la libertad y dignidad de las otras personas. Una mayor comprensión de la libertad de la persona humana, que no está determinada por un destino cerrado y obligado, es básico para la formación de los niños y jóvenes, respetando su creatividad y espontaneidad al mismo tiempo que enseñándoles a respetar al prójimo (y al compañero y rival en el fútbol) y las reglas que rigen la sociedad (y el deporte).

Las personas están siempre en relación, pues su ser personal se basa en su encontrarse en relación, sin relación no existe la persona. El hombre es así esencialmente un ser social y jamás se encuentra totalmente aislado y autónomo del resto. Algunos teólogos han desarrollado la noción del hombre como imago Trinitatis y es así nos dicen que, por lo mismo, viene de una comunión de amor y está llamado a desplegarse en el amor con otras personas. Si el hombre viene de las personas en relación de amor y es puesto en este mundo por su relación con Dios y en relación con otras personas humanas, entonces está llamado por Dios a vivir el amor con Él y con las demás personas, aquello que Jesús sintetizaba con su mandamiento del amor: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo” (cf. Mc 12,29-31). Este punto de la antropología cristiana es fundamental para el desarrollo de un programa formativo antropológico que busca rescatar la relacionalidad del hombre y su carácter social. Enseñar esto a través del fútbol, con la pedagogía que lleva incorporada un deporte de equipo, buscando ponernos todos al servicio de los demás, trabajando juntos por un objetivo y respetando las diferencias entre los compañeros, permitirá un enriquecimiento humano importante para la formación de los niños y jóvenes.

El hombre no está simplemente en una relación paralela con Dios, sino que la misma es una relación de dependencia radical: toda nuestra existencia, nuestra vida, depende de nuestra relación con Dios. Y Él, que es omnipotente e infinito, nos ha creado limitados y finitos. Esto significa que la persona humana es contingente, no puede hacerlo todo, ni siquiera puede pensarlo todo y debe aceptar su fragilidad y sus limitaciones para tener una mirada realista sobre sí misma y sobre los demás. Una comprensión de la dependencia radical del hombre respecto a Dios y de la contingencia propia de la persona humana, permitirá a los formadores tener una aproximación más realista con respecto a las capacidades y a los fallos que tengan sus alumnos. Esto es aún más importante al considerar la formación de niños a nivel de fútbol infantil, donde el grado de dependencia de los niños con respecto a sus padres y a otros adultos, es aún mayor y debe ser tratado con un cuidado especial.

Ya nos hemos referido a la bondad de la creación, me parece importante tener en cuenta aquí que esa bondad ontológica que posee el hombre como criatura y, de forma particular, al ser imagen y semejanza de Dios, nos tiene que llevar a tener una mirada positiva de la persona humana y de sus capacidades. Es evidente que el hombre no es totalmente bueno, que así como tiene una tendencia hacia el bien y el amor, fruto del pecado también opera en su corazón, la concupiscencia que lo inclina a obrar el mal. Pero no podemos perder de vista esa realidad original narrada en el relato sacerdotal: “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Gn 1,31). Dios mira la creación y de manera particular al hombre y ve que es realmente muy bueno, esa bondad jamás desaparece del todo y es un elemento fundamental a rescatar para una pedagogía que busca valorar al niño y al adolescente en sus capacidades, creatividad, despliegue e iniciativas.

Por último, está presente el asunto de la naturaleza de la persona humana, que ha sido descrita y categorizada de muchas formas a lo largo de la historia. En primer lugar, es importante recordar que la misma distinción entre persona y naturaleza proviene de una reflexión teológica y filosófica ligada a la Cristología (Cristo que es una sola persona divina pero con dos naturalezas: la que proviene de Dios, fruto de su generación eterna; y la humana, que asume en la Encarnación) y a la reflexión Trinitaria (la Santísima Trinidad que es tres personas divinas, pero con una sola naturaleza o sustancia divina común).

Dentro de las muchas categorías que existen creo que el trabajo que realiza a través del método fenomenológico Edith Stein en su obra “La estructura de la persona humana” nos permite describir la naturaleza humana de manera trial o tripartita a partir de la propia experiencia que tenemos con respecto a nuestro ser. Edith Stein dirá que la persona es “todo un yo, corporal-anímico-espiritual” (p.37), es decir hace la distinción personal (“todo un yo”) y una categorización de la naturaleza (“corporal-anímico-espiritual”). Estas tres dimensiones corporal, anímica y espiritual, servirán de base de todo el resto de la obra de Stein, que además expone con claridad los elementos que justifican cada una de las dimensiones. Además de la reflexión filosófica fenomenológica, en la reflexión teológica bíblica se encuentran categorías muy interesantes del Antiguo y Nuevo Testamento, tanto en hebreo (con términos como basar, néfesh y ruah) como en griego (términos como sarx, soma, psyché y pneuma) que nos permiten comprender al hombre en todas sus dimensiones naturales y, al mismo tiempo, como un unidad esencial. Es decir la mirada sobre el hombre no busca dividirlo ni diseccionarlo, sino solamente “distinguir para unir”, es decir resaltar las diferencias entre cuerpo, alma y espíritu, pero sabiendo que la persona humana es un yo que posee una sola naturaleza que tiene estas tres dimensiones. Las categorías de la naturaleza de la persona humana permitirán desarrollar un programa formativo integral en el que se tengan en cuenta tanto el cuerpo, como el alma y la dimensión espiritual del hombre. Promover un desarrollo de todas las dimensiones traerá un crecimiento armónico de la persona para que pueda desplegarse en su totalidad. En un programa relacionado con fútbol es muy importante no tener un mirada reduccionista a nivel físico-biológico del niño y del joven, poniendo este aspecto por encima de su interioridad y su vida espiritual.

Caminar hacia una formación personal integral es uno de los grandes desafíos de nuestra sociedad actual. En el Perú, de forma particular, es necesario dar grandes pasos a nivel educativo con los niños y los jóvenes. Aprovechar la oportunidad de la práctica deportiva y, en concreto, los clubes y escuelas de fútbol infantil y juvenil presentan un espacio formativo privilegiado para promover el desarrollo integral de la persona humana.

Si bien el programa de formación humana del Curso de Formadores de Fútbol Infantil y Juvenil de la Fundación Creer no es un programa confesional, eso no quiere decir que no tenga de base una antropología fundamentada en la visión católica de la realidad, la filosofía cristiana y la Revelación. Esto significa que se hace necesario seguir profundizando en una antropología cristiana bien fundamentada para que, teniendo ese punto de partida, se pueda dialogar con la cultura y los métodos pedagógicos actuales para generar un método formativo basado en la persona humana y buscando que ella se desarrolle plenamente, sabiendo que en último término, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Gaudium et spes, 22) y que para que la persona humana pueda conformarse con el Señor Jesús, es fundamental tener en cuenta y aprovechar la bondad ontológica con que ha sido creado.

 

© 2017 – Matías Quer para el Centro de Estudios Católicos – CEC

Matías Quer

Matías es chileno, ha sido actor y es licenciado en medicina. Actualmente vive en Perú donde trabaja como profesor y participa de diversos proyectos sociales y de desarrollo humano integral.

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