¡Oh! ¡De pronto hiciste match en Tinder! Mmmm parece interesante… Ya empiezas a pensar en la cita ¿Cómo será el encuentro? ¿Será finalmente él o ella que tanto esperabas y que pareciera que nunca llega?  ¿O quizás lo conociste pero no supiste reconocerlo y lo dejaste ir?

Quizás piensas: Pero si Dios me llama al matrimonio ¿No debería mostrarme a esa persona ideal? ¿O será que se olvidó de mí?

El otro día descubrí por una amiga el mundo de las aplicaciones que te ayudan a buscar pareja. Tinder y Happnn son algunas de ellas.

Más allá de lo que podamos opinar sobre las aplicaciones en sí mismas, el tema me dio mucho para pensar. Porque, efectivamente en la sociedad en las que estamos viviendo en donde estamos cada vez más individualistas es difícil conocer a alguien.  Más aún conocer a esa persona, la correcta, con la que sueñas, la que Dios tiene pensada para ti.

Más frustrante aún resulta ser cuando de verdad sientes que el plan de Dios para ti es el matrimonio pero pasa y pasa el tiempo y no encuentras a nadie. O bien, tuviste una relación en la cual amaste con todo tu corazón, te entregaste, pero no funcionó y volviste a quedarte sola o solo. O incluso, se te presenta alguien maravilloso en tus narices, pero no lo ves.

¿Existe una sola persona para ti? ¿Qué pasa si la dejaste pasar o no resulta? ¿El plan de Dios se frustra?

Sobre esto te quiero compartir 3 reflexiones:

La primera es que aunque la espera de ese gran amor sea larga o corta debe ser esencial en esa espera la esperanza.

Cuántas veces vemos la palabra espera en el Señor que nos invita a ser fuertes, a esperar en Él, a tener ánimo y a confiar en su promesa.

Por ejemplo mira cuánto tuvo que esperar el pueblo de Israel por la tierra prometida, o imagina a qué edad Isabel, la prima de María, fue mamá.

La espera no es una palabra ajena al Evangelio por lo tanto no debería asustarnos si la espera es larga porque ya hay varios que nos han precedido, que han tenido esa experiencia, y han recibido gran recompensa.

La segunda reflexión es que si crees que conociste a ese gran amor pero te lo perdiste, yo te diría que Dios jamás va a permitir que a un hijo suyo se le robe la oportunidad de ser feliz.

Por lo tanto aquello de que el plan se frustre o que pierdas la posibilidad de conocer a esa persona yo te digo ¡Fuera con esa idea! Dios dio su vida por ti en la cruz para que todos los días de tu vida tengas la posibilidad de ser feliz, sean cuantas sean las veces que te hayas caído y te hayas levantado.

Porque podrá haber pasado un gran amor pero el amor de Dios no pasa nunca.

Dios quiere que podamos vivir plenamente nuestras vocaciones y pienso que el plan de Dios siempre es más grande que las decisiones que libremente tomamos las personas.

La tercera y última reflexión es que el plan de Dios para uno no se va a dar sin nuestro esfuerzo. Puede que llegue un momento en el que veas claramente que Dios ha puesto una persona especial para acercarte a él pero estés lleno de dudas y acabes por rechazar a esa persona por no oír atentamente la voz del Señor.

Así como en cualquier decisión importante que debamos adoptar en nuestras vidas,  cuando te guste alguien por qué no le pides a Dios que te muestre si esa persona es para ti o no. Él sin duda va a responderte y de alguna manera u otra te va a hacer entender la verdad. Incluso en ese proceso podría sorprenderte y mostrarse que quiere para ti otra vocación distinta del matrimonio aunque hoy no te parezca posible…

Entonces, ¿Es mi culpa que no me funcione? Yo no hablaría de culpa, pero sí de responsabilidad. Todos nosotros somos responsables no sólo de discernir el plan de Dios para nuestras vidas, sino también, de conocernos, de saber quienes somos, lo que queremos, lo que soportamos, lo que no aguantamos, lo que nos hace felices y los que nos pone tristes.

Si no nos aprendemos a conocer, ¿Cómo vamos a tener los ojos atentos para poder encontrar a esa persona entre la multitud? ¿Cómo podemos estar seguros de que la persona con la que estamos es la correcta?

Por eso me hizo tanto sentido que mi amiga saliera con personas diferentes y se lograra conocer mejor. Porque hay que saber lo que uno es para dilucidar lo que uno necesita, pero también lo que eres capaz de entregar.

A veces, a pesar de todos los esfuerzos, este proceso podría tardar muchos  años antes de encontrarnos con esa persona. Dios sabrá por qué, en esto no queda más que ser muy humilde y paciente.

En este sentido creo que nunca es demasiado tarde para orar por tu futuro esposo o esposa para pedir que desde ya, antes de que se encuentren, Dios lo o la proteja y crezca en su fe.

Y si ya hemos encontrado a esa persona anhelada, e incluso ya llevamos un buen tiempo incluso años casados ¿Por qué no orar por ella?

Darle gracias por su vida, porque despertó a tu lado un día más, porque no sabemos el día ni la hora de nuestra partida a la Casa del Padre. Pedirle también para que la relación se fortalezca y madure cristianamente en su amor en la salud y enfermedad del cuerpo y alma.

Y para ti que estás quizás estás en esa búsqueda, no pierdas nunca la esperanza. Él es el primero que nunca se cansa de buscarnos y que seguro encontrará posibilidades infinitas de hacer el mejor match.

¿Lo crees así? ¿Tienes una opinión distinta? ¿Otras reflexiones? Por favor cuéntanos y comparte. Estaremos atentos a tus comentarios.

¡Hasta la próxima!

© 2017 – Carolina Requena para el Centro de Estudios Católicos – CEC

Carolina Requena Durán

Carolina es periodista y se ha especializado sirviendo en diversas instituciones de Iglesia como la Conferencia Episcopal de Chile, Radio María y ACI Prensa.

Además fue corresponsal para Latinoamérica del canal EWTN donde estuvo a cargo de las coberturas en vivo de visitas papales.

Actualmente es Directora Editorial y de Contenidos del CEC (Centro de Estudios Católicos) y además es Directora y guionista de la serie de documentales www.tesorosdelpueblo.com

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