La reducción de la religión al deseo de encontrarle explicación a lo desconocido se repite insistentemente desde los inicios de la civilización hasta la actualidad y posiblemente lo siga haciendo hasta el fin de los tiempos. Según distintas encuestas, la cantidad de creyentes en varios países de América y Europa ha venido retrocediendo significativamente en el mundo entero, lo cual lejos de ser un indicio de una derrota de la fe y aval de la reducción mencionada, es un aliciente para dejarse iluminar, comprender las causas de este fenómeno y revertir sus efectos.

Según diversos estudios a nivel país (en el caso de Chile lo confirman los últimos censos, lo mismo que la Encuesta Bicentenario) y otros de tipo internacional como la Encuesta Mundial de Valores, se puede concluir que hoy en comparación con unos años atrás, menos personas creen en Dios y menos personas declaran pertenecer a algún tipo de religión o credo. En Chile por ejemplo, según la Encuesta Bicentenario, en el 2006 un 12% se declaraba no perteneciente a ninguna religión o ateo, mientras que en el 2013 este porcentaje alcanzó el 19%.

Intuitivamente suele adjudicarse parte de la responsabilidad de este decrecimiento de religiosidad al desarrollo económico, como si estos estuvieran íntimamente ligados. No es de extrañar que se piense que en la medida en que hay bienestar económico, o mayores “distractores” de tipo material, las personas tienden a dejar de lado la fe y la búsqueda de lo trascedente. Y si bien no son unívocas las razones de este decrecimiento y menos aún la demostración empírica de la relación intrínseca entre desarrollo económico y pérdida de la fe, hay evidencias que sí podrían mostrar una tendencia.

Si se toman los resultados de la ola 2010-2014 de la Encuesta mundial de valores y se hace el ejercicio de comparar por ejemplo a Holanda, España, Alemania y Suecia (países considerados como desarrollados) con Colombia, Chile, Perú, Ecuador y México (países en vías de desarrollo) en las preguntas acerca de la importancia de la religión, creencia en Dios y el tipo de pertenencia religiosa (activo/inactivo) vemos que los primeros países suelen dar poca importancia a la religión y además se muestran mayoritariamente inactivos, mientras que los segundos suelen dar mucha importancia a la religión, son más activos y más creyentes que los primeros.

En contra de este indicio, varios estudios presentan el caso de los Estados Unidos como un país excepcional donde se evidenciaría que no hay unidad entre estas dos realidades, pues se considera un país altamente desarrollado y profundamente religioso en razón de lo que arrojan las encuestas, pero especialmente de la gran oferta religiosa que presenta. ((Los resultados de la Encuesta mundial de valores avalan estas afirmaciones. Por ejemplo un 87% de los estadounidenses dicen creer en Dios, mientras que en Holanda y Suecia el porcentaje es del 47% y 41% respectivamente)).

Uno de los mayores defensores de esta propuesta es Peter Berger, quien en el libro Religious America, secular Europe, ofrece un par de anécdotas que evidenciarían como Estados Unidos sigue siendo un país altamente religioso mientras que Europa es cada vez un continente más secular: en primer lugar menciona la sorpresa de un profesor alemán en una ciudad de Texas ante la dificultad para transitar el día Domingo por la masiva presencia de vehículos con personas que asisten a actividades religiosas, junto con el contraste de su experiencia en un hotel en Londres cuando el dependiente no supo darle razón de la dirección de la iglesia Anglicana más cercana y menos aún de la diferencia entre algunas religiones (Berger, P., et al., 2008). Para Berger Estados Unidos siendo un país altamente desarrollado continúa siendo uno de los países más religiosos del mundo, lo cual derribaría las teorías que relacionan desarrollo y falta de fe.

Sin embargo, un estudio del PewResearch para los Estados Unidos muestra un descenso significativo del protestantismo en general entre 1993 y el 2006 del 65% al 50% y un aumento de los no creyentes (ateos/agnósticos) desde el 5% hasta el 16% aproximadamente. El estudio coincide con otros que dan cuenta de una gran movilidad entre las distintas iglesias protestantes y contradice la idea de la diferencia de los Estados Unidos con el resto, pues ese porcentaje de los no creyentes no está muy lejos de los que se señalaron en Chile según la encuesta Bicentenario. Posiblemente la comparación con otros países desarrollados no deje ver que detrás de esta alta movilidad y obviamente en el aumento de los no creyentes, sí se puede estar viviendo un proceso semejante al que se vive en países como los mencionados.

[pullquote]Por lo pronto, si bien no se puede concluir que el desarrollo económico sea la causa del retroceso de la religiosidad, sí hay evidencias que permiten afirmar que el descenso de los creyentes es un fenómeno generalizado en el mundo occidental cada vez más desarrollado. Entonces: ¿será el simple desarrollo económico o el bienestar el que hace que las personas se alejen de lo trascendente, o serán elementos que acompañan este desarrollo los que hacen que las personas tiendan a distanciarse de Dios?[/pullquote]

Se puede pensar por ejemplo en elementos como el ingreso masivo de la mujer al ámbito laboral y la consecuencia lógica de tener menos horas en la compañía y educación de los hijos como una posible causa. También se puede pensar en la adopción de parámetros funcionalistas que privilegian el consumo, la producción, la satisfacción de deseos inmediatos por encima de actitudes orientadas en la línea de los valores, la reflexión, la profundización, etc. También vale la pena dar una mirada a la globalización y la llegada de experiencias místicas orientales que han ido ocupando el lugar de la religión, especialmente del catolicismo en América Latina. Estos y muchos otros elementos que vienen de la mano con el desarrollo económico pueden abrir un camino de respuesta a la interrogante planteada y comprender mejor en qué cree la gente hoy y cómo hacer para volver a despertar ese anhelo de Dios presenten en todos los hombres.

© 2014 – Gustavo López Sierra para el Centro de Estudios Católicos - CEC
 
 

Gustavo López Sierra

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