“¿Cómo enfrento este problema? ¿Qué hago para no reaccionar con violencia si tengo tanta pero tanto rabia? ¿Cómo perdono si me duele tanto? Ya sencillamente no puedo más…no tengo fuerzas para lidiar con esto…parece que me voy a rendir…o…¿si peleo yo la batalla con mis propios medios?…¡Pero es demasiado! ¡No me la voy a poder!”

Yo he tenido este diálogo interno muchas veces en mi vida y me imagino que muchas y muchos de ustedes, se sentirán identificados ¿Qué hacer cuando la vida se nos cae encima? Cuando los problemas son tantos y tan enormes que de verdad sentimos que no podemos solos: o bien, nos creemos lo suficientemente fuertes para luchar contra las adversidades y nos nos damos cuenta que, a veces, nos superan en creces y necesitamos ayuda.

Los cristianos tenemos una respuesta ante el dolor y los problemas de la vida. Sabemos a quién acudir. Contamos con nuestro Padre Dios para levantarnos. Es cierto, confiamos en Él y en su poder. Decimos una y mil veces que la fe mueve montañas, que la oración lo puede todo. Pero, yo me pregunto, ¿realmente estamos completamente convencidos de que la oración es un arma poderosa contra el mal? Tengo que confesar que parece que yo no lo estaba tanto.

El otro día tuve la oportunidad de ver la película cristiana Cuarto de Guerra del director Alex Kendrick, que relata la historia de una familia con muchos problemas familiares y de comunicación. Madre y padre exitosos, profundamente dedicados a sus trabajos y una hija pequeña muy abandonada, que resiente muchísimo el maltrato que tienen sus padres entre sí. Y es que padre y madre discuten día a día, no saben conversar, pareciera que han llegado a no soportarse, incluso a odiarse. Es en este contexto que la madre, por su trabajo como corredora de propiedades, conoce a una mujer ya adulta que quiere vender su casa y con la cual comienza a tener una relación de amistad fraterna. Ella le cambia la vida con una sola gran lección: el poder de la oración. Le vuelve a enseñar a rezar, pero esta vez, a hacerlo de verdad, con intención, confiando en el poder infinito que tiene Dios para luchar contra lo que, para nosotros, parece imposible ¿Qué es lo increíble de todo esto? Que Dios siempre gana sus batallas contra el mal y en la película se demuestra con creces.

El poder de la oración muchas veces se subestima. El creer que solos podemos contra los problemas y el mal, es una de las mayores tentaciones que ha tenido, tiene y tendrá el ser humano toda la vida.

Y es que la lucha invisible, y muchas veces muy visible, entre el bien y el mal, existe y es muy grande. La Iglesia nos lo ha dicho incansablemente: el demonio es real y está entre nosotros y muchas veces dentro de nosotros. El Papa Francisco también lo ha repetido: “Hay algo de lo que no gusta hablar, pero se debe hablar. En el mundo existe la lucha entre el bien y el mal, dicen los filósofos. Es la lucha entre el demonio y Dios. Esto existe todavía…Es una guerra contra la verdad de Dios, la verdad de la vida, contra la alegría. Esta lucha entre el diablo y Dios, dice la Biblia, que continuará hasta el fin”.1

Si esta guerra es real, concreta y constante, ¿cómo no armarse? ¿cómo no defenderse? yo me imagino que si tuviera que entrar a una balacera, es imposible que lo hiciera sin un chaleco antibalas.

Entonces, frente a esta lucha, esta guerra entre el bien y el mal, el arma que tenemos los cristianos para pelear, es la oración, porque es justamente a través de ella que imploramos a Dios que luche nuestras batallas. Por la oración es que Dios, como Buen Padre, se enternece de sus hijos y nos libra del dolor y de las angustias: “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mt. 7; 7-8).

San Pío de Pietrelcina lo decía: “La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios”. Francisco también lo dice: “Dios es débil sólo en esto: es débil frente a la oración de su pueblo”2. Y su antecesor San Juan Pablo II, fue enfático en el tema al decir: “La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia; Venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios”3.

Y es que Dios es Dios y no muchas veces lo dejamos ser Dios. Él es nuestro Padre y si le pedimos con fuerza, con fe, con esperanza, con confianza en su voluntad, de seguro no nos abandonará. Desconfiamos del poder de Dios, de su grandeza, de su capacidad infinita para “hacer nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5) y creemos que podemos hacer todos nosotros, cuando lo necesitamos profundamente a Él. Y no se trata de desconfiar de nuestros dones. Dios nos creó a imagen y semejanza de Él y confía plenamente en sus Hijos para la creación de su Reino. Pero el mal, el demonio, es demasiado fuerte para que lo venzamos solos. Tal como dice San Ignacio: “Actúa como si todo dependiera de ti sabiendo que, en realidad, todo depende de Dios”.

Por otro lado, también me llamó mucho la atención de la película, el énfasis que hacen en la importancia de darnos un tiempo real para estar con quien más amamos y quien más nos ama. El otro día una amiga me contaba lo distinto que se siente un mensajito de texto en medio de un ejetreado día de trabajo, en comparación a una rica cena, cara a cara, luego de ese día de locos. Ambos son importantes gestos de cariño, pero uno de ellos requiere de tiempo, dedicación, de mirar a la cara al otro, de mayor intimidad con el otro.

Lo mismo sucede con la oración. Uno reza todo el día en todas las acciones que uno realiza. Y es ahí, en cada acto que uno alaba o no alaba a Dios. Pero, ¡cuán distinto es cuando uno se detiene, se prepara, se dispone y realmente conversar con Dios! Mi experiencia de Ejercicios Espirituales Ignacianos ha sido una confirmación de este encuentro de tú a tú con Dios y de la gran cantidad de frutos que este tipo de oración, entrega. Debo admitir sí, que la primera vez que los realicé, no le encontré el sentido a tanta estructura. Para los que no saben, los Ejercicios Espirituales diseñados por San Ignacio tienen una serie de pasos que, él afirmaba, ayudan al mejor encuentro con el Señor. Éstos van desde el lugar y posición que uno elige para rezar, hasta el repetir e incluso escribir, una y otra y otra y otra vez, la misma lectura que uno está rezando. Pero luego de hacerlo, ¡les prometo que funciona! Darse un tiempo concreto, de calidad, serio, para rezar, hace que uno tenga un cara a cara con Dios completamente distinto, rico, lleno de alegría, de amor y de encuentro.

La película “Cuarto de Guerra” sin duda alguna, me recordó la importancia de confiar, de creer, de pedirle a Dios la fuerza para realmente convencerme de que Dios es Dios y que la oración es la herramienta, el arma que tenemos los cristianos, para implorar a Él su ayuda en los momentos que necesitamos que libre nuestras batallas. Dios ya venció al mal al morir en la Cruz por nosotros y al resucitar también por nosotros y, por lo tanto, si lo dejamos ser, vencerá al mal una y otra y otra y otra vez. De hecho, si me pongo a recordar, todas las veces que he soltado los problemas y los he dejado en sus manos, Él le ha ganado a mis problemas y no sólo eso, sino que, me entrega gracia, perdón y amor, transformándome cada vez con su misericordia, en una mejor persona. Estoy convencida de que si el mundo realmente creyera en el poder de la oración, sin duda alguna, la historia sería distinta.

Me gustaría terminar con una cita de nuestro Papa Francisco que creo que resume la importancia de confiar en la oración:

“¿Qué sentido tiene “insistir” con Dios? Esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar en un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a rezar con insistencia no porque no sabe qué necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él al lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia y también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia – como Moisés, que debía tener los brazos alzados para hacer vencer a su pueblo (cfr Ex 17, 8-13) Y así: hay una lucha que llevar adelante cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza y la oración es la expresión de esta fe”4.

1Papa Francisco, Discurso 31 de diciembre 2015. Recuperado de: https://www.aciprensa.com/noticias/existe-el-demonio-y-una-guerra-contra-la-verdad-y-la-vida-advierte-el-papa-francisco-81204/

2Papa Francisco, Misas Matutinas en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, “La debilidad de Dios ante la oración de su pueblo”, Sábado 16 de noviembre de 2013. Recuperado de: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20131116_oracion-pueblo.html

3San Juan Pablo II, “Discurso del Papa Juan Pablo II a los jóvenes presentes en la Basílica de San Pedro”, Miércoles 14 de mayo de 1979. Recuperado de: https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1979/march/documents/hf_jp-ii_spe_19790314_giovani.html

4Papa Francisco: “La lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia”, Info Vaticana, 20 de octubre de 2013. Recuperada de:

https://infovaticana.com/2013/10/20/papa-francisco-la-lucha-contra-el-mal-es-dura-y-larga-requiere-paciencia-y-resistencia/

 

© 2017 – María Jesús Vacarezza para el Centro de Estudios Católicos – CEC

María Jesús Vacarezza

María Jesús es Periodista y Licenciada en Comunicación Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile y durante toda su vida profesional ha servido en diversas instituciones sociales como son TECHO, Fundación Paréntesis y Fundación Trabajo para un Hermano.

Además ha participado en proyectos sociales como son Misión País, Trabajo País, Misión de Vida, entre otros y vivió una experiencia comunitaria durante 11 meses en la Población La Bandera de Santiago de Chile.

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