Se dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Para poder hallar el bien de manera determinante —ya sea en los deportes, académicamente hablando o en relaciones—, vamos a necesitar el apoyo de buenos amigos. Así que, ¿cómo podemos formar amistades que duren?

Aristóteles menciona tres tipos de amistad: 1) amistad por placer; 2) amistad por utilidad; y 3) amistad de virtud.

La primera (amistad por placer) son básicamente aquellos amigos que “la pasan bien juntos”. Tal vez disfrutan los mismos pasatiempos o actividades. No hay nada de malo con este tipo de amistad, solo que lo que los une es tan solo una experiencia placentera en común. Cuando esa experiencia desaparece —a menos que haya algo más profundo— la amistad se tiende a disolver. Por ejemplo, digamos que un grupo de amigos disfruta beber bastante juntos y salir de fiesta, y un miembro de ese grupo decide cambiar su estilo de vida (y alejarse de las fiestas), comúnmente esta persona va a sentir el dolor de ver a esas amistades desaparecer. No es necesario que haya una mala intención, solo que aquello que los juntó ha sido removido y ya no hay nada que sostenga esa amistad.

El segundo tipo de amistad es el de la utilidad. Otra vez, no hay nada intrínsecamente malo con esta forma de amistad. Lo que los mantiene juntos es el uso mutuo, las clásicas relaciones de negocios o tal vez un proyecto en la escuela. Como en el caso anterior, si se quita el uso mutuo, la razón para estar juntos desaparece, y la amistad eventualmente se disipa.

Finalmente tenemos la amistad virtuosa, algo así como un compañero de ejercicios en el juego de la vida. Aquí se busca ayudar al otro a desarrollar su verdadero potencial. Una amistad virtuosa ama tanto al otro que incluso lo desafía cuando es necesario, para sacar lo mejor de él. El verdadero amor quiere el bien del otro y busca promover su verdadera y máxima felicidad, en esta vida y en la otra.

El amigo virtuoso se convierte, en palabras de Aristóteles, en “otro yo”. Esto significa que quiero el bien para el otro tanto como mi propio bien. De hecho, mi bien está envuelto con su bien y viceversa. Nos convertimos en una mente y un corazón, así como sus penas se vuelven mis penas; sus necesidades, mis necesidades; sus alegrías, mis alegrías; sus victorias, mis victorias.

Además, una amistad virtuosa es “sobre algo”. Mientras los dos estén unidos en una mente y un corazón, lo que finalmente los une va más allá de la experiencia emocional compartida, es sobre ambos corriendo hacia un objetivo en común, y la búsqueda de este bien común trascendente los une a ambos tanto como un equipo se une para alcanzar una victoria. Y ya que ese bien común es algo seguro y duradero (como por ejemplo la búsqueda de la virtud y finalmente de Dios mismo), esta amistad es la más duradera.

Esto tiene una implicancia tremenda en la castidad y las relaciones: si decimos que cuidamos del otro, tenemos que preguntarnos: ¿Mis acciones están llevando a esta persona hacia Dios o lo apartan de Él, hacia aquello que es verdaderamente bueno para él o lejos de ello? Si no estamos ayudando al otro a lograr su máximo objetivo en esta vida y en la otra, entonces nuestro amor por él es más para servirnos del otro y no para servir al otro. Puede ser que lo que buscamos del otro es en realidad solo una experiencia emocional o física, en cuyo caso la otra persona se convierte en una mera ocasión para que yo obtenga esa satisfacción y no en el objeto de mi presunto amor.

Por otro lado, si alguien desea poner tu pureza y santidad por encima de sus propios deseos, entonces ¿qué otro sacrificio no hará por ti?

No es un secreto que las relaciones que se construyen en bases tan virtuosas terminan siendo matrimonios felices y duraderos. Para darles un ejemplo muy personal, no cambiaría ni por un segundo lo que tengo ahora con mi esposa —11 años de matrimonio— para regresar a la época del noviazgo: una relación virtuosa que verdaderamente se enriquece y se vuelve más maravillosa cada día que pasa.

Por Andrew Swafford

Artículo completo en el siguiente link:

http://laopcionv.com/articulos/amigos-con-verdaderos-beneficios/

 

opcion v

OPCIÓN V

Somos una comunidad que cree que el Verdadero amor existe, y que es posible alcanzarlo mediante el ejercicio decidido de la Virtud de la castidad. Sabemos que no es fácil: es para Valientes, es para aquellos que tienen el Valor de oponerse a la presión social, a la presión de amigos y de familiares incluso.

Para nosotros la Virginidad no es una enfermedad ni una vergüenza, sino algo Verdaderamente precioso, un regalo que se entrega en el matrimonio religioso. Creemos en la segunda Virginidad, posible por el perdón de Dios.

Sabemos que no es fácil, pero que es posible. Nos comprometemos a luchar, y si en la lucha caemos, nos comprometemos a pedir perdón, a ponernos de pie nuevamente y a seguir luchando.

Confiamos en el triunfo definitivo del amor, que dura siempre. Estamos convencidos de que la Victoria es posible si nos educamos en la castidad. Nos comprometemos, finalmente, a ayudarnos entre nosotros para poder ayudar a otros, a acudir a Dios siempre para buscar en Él el perdón siempre que sea necesario, y las fuerzas para poder vivir la castidad día a día.

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