#24: ¿Por qué confesarme con un sacerdote?

Seguramente más de una vez te has preguntado ¿Por qué los católicos tenemos que confesarnos con un sacerdote? ¿Por qué debo confesarme con un sacerdote igual o más pecador que yo? ¿Acaso el Señor, si yo rezo con devoción, no tiene el poder de perdonarme directamente?

Cuando ofendemos a otra persona y queremos de verdad recuperar su amistad, se nos pueden ocurrir muchas ideas para lograr que de verdad nos perdone: una tarjeta pidiendo perdón, enviarle los dulces que más le gusten, tal vez compartir alguna foto de un momento juntos en redes y etiquetarla… Estas estrategias pueden aligerar el camino y por lo menos lograr que bajen un poco las emociones del momento, haciendo posible que en poco tiempo podamos dialogar y arreglar la situación.

Sin embargo, no nos quedaríamos tranquilos completamente, si es que esta persona nos responde de forma positiva. Definitivamente, necesitamos dar el paso siguiente y es conversar cara a cara, recibir el perdón que se expresa en la mirada, en una sonrisa y probablemente en un abrazo de reconciliación.

Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos, el perdón siempre se tiene que pedir a otro, y en la confesión le pedimos perdón a Jesús. Es cierto que el único que puede perdonar los pecados es Dios, y ningún hombre puede perdonar pecados a no ser que tenga un mandato especial de Dios para ello y la fuerza que Él le da, y eso es lo que ocurre en el sacramento de la Confesión; Dios le ha dado poder a sus ministros, los sacerdotes, para que en Su nombre perdonen los pecados.

La misma tarde que Jesús resucitó se apareció a sus discípulos y luego de saludarlos sopló sobre ellos y les dijo “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen” (Jn. 20,21-23), entregándoles así el poder que solo Él tenía para sanar y dar consuelo al alma.

Fue Jesús mismo quien dijo a los discípulos que ellos serían los instrumentos para poder llevar su perdón a otros, no es un invento de la Iglesia, no es un capricho, es el deseo de Jesús.

El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. En la confesión ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida o del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

Algunos dicen: “Yo me confieso solamente con Dios”. Y claro, uno le puede decir a Dios: “Perdóname”, y decirle sus pecados. Pero no nos podemos olvidar que nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por eso es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, que en la confesión son representados en la persona del sacerdote.

Antes la confesión se hacía en forma pública, frente al resto de los cristianos, porque es en la comunidad donde se hace presente el Espíritu de Dios. Con el tiempo se pasó a hacer de manera privada, y quedó solo el sacerdote como representante de la comunidad, para que así nuestra reconciliación sea con Dios y con nuestros hermanos; con la Iglesia, de quienes nos hemos alejado por el pecado.

Podríamos intentar entender por qué Dios quiso que fuera de esta forma, y desde el punto de vista humano nos damos cuenta que es muy bueno desahogarse, hablar con el hermano y contar esas cosas que tanto nos pesan en el corazón.

Acerquémonos a confesarnos con la certeza de la eterna sabiduría de Dios y con la confianza de que en su sabiduría pensó la manera en que mejor podríamos volver a la comunión con Él.

 

En el Catecismo

1461 Puesto que Cristo confió a sus Apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos antiguos, como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial (LG 26). Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo, sea de su obispo (o de un superior religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia.

1463 «Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos, y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión».

1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable.

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

1466 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo. Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.

1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se llama “sigilo sacramental”, porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda “sellado” por el sacramento

 

 

Citas de la Sagrada Escritura

Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Jn 20,21-23)

El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación. Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. (2Co 5,17-20)

 

Frases del Papa Francisco acerca de la confesión con un sacerdote

He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que le alienta y le acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.

«Pero padre, yo me avergüenzo…». Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona.

Uno, cuando está en la fila para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza, pero después, cuando termina la Confesión sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la Confesión! Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta, que cada uno responda en su corazón—: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello… ¿Son dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.

 

Frases de Benedicto XVI acerca de la confesión con un sacerdote

Precisamente para favorecer este encuentro os disponéis a abrir vuestro corazón a Dios, confesando vuestros pecados y recibiendo, por la acción del Espíritu Santo y mediante el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Así se deja espacio para la presencia en nosotros del Espíritu Santo, la tercera Persona de la santísima Trinidad, que es el “alma” y la “respiración vital” de la vida cristiana: el Espíritu nos capacita para “ir madurando una comprensión de Jesús cada vez más profunda y gozosa, y al mismo tiempo hacer una aplicación eficaz del Evangelio”

Así pues, queridos amigos, preparémonos con un sincero examen de conciencia para presentarnos a aquellos a quienes Cristo ha encomendado el ministerio de la reconciliación. Con corazón contrito confesemos nuestros pecados, proponiéndonos seriamente no volverlos a cometer y, sobre todo, seguir siempre el camino de la conversión. Así experimentaremos la auténtica alegría: la que deriva de la misericordia de Dios, se derrama en nuestro corazón y nos reconcilia con él.

Es preciso volver al confesionario, como lugar en el cual celebrar el sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que ‘habitar’ más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia divina, junto a la presencia real en la Eucaristía

 

Frases de San Juan Pablo II acerca de la confesión con un sacerdote

Nadie puede cancelar el pasado. Ni aún el mejor psicólogo puede librar al hombre del peso del pasado. Sólo la Omnipotencia de Dios puede, con su amor creador, construir con nosotros un nuevo comienzo: ésta es la grandeza del Sacramento del perdón… No se limita a olvidar el pasado, como si se extendiera sobre él un velo efímero, sino que nos lleva a un cambio radical de la mente, del corazón y de la conducta. La confesión sacramental no constituye una represión, sino una liberación. Tened pues la valentía del arrepentimiento. ¡Esto os hará libres!

Gracias al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso. “Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve que no necesitan penitencia” (Lucas, 15,7).

El Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona Christi, en la persona de Cristo. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo, aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote… Por otra parte, los miembros del Pueblo de Dios, con instinto sobrenatural, saben reconocer en sus sacerdotes a Cristo mismo, que los recibe y perdona, y agradecen de corazón la capacidad de acogida, la palabra de luz y consuelo con que acompaña la absolución de sus pecados

Preguntas para profundizar acerca de la Confesión con un sacerdote

¿Por qué debemos confesarnos con un sacerdote?

Porque Cristo mismo lo ha querido así. Él dio poder a sus apóstoles para perdonar pecados. De esta manera nos reconciliamos con Dios, con nosotros mismos y con la Iglesia.

 

¿Hay pecados que no pueden ser perdonados?

Todos los pecados pueden ser perdonados. Para la misericordia de Dios no hay límites en su amor. Sin embargo, no todos los pecados pueden ser perdonados a través de los sacerdotes. Algunos por su especial gravedad, deben ser perdonados por el obispo del lugar o sacerdotes autorizados.

¿Qué es el sigilo sacramental?

Es la obligación del sacerdote de guardar absoluta reserva frente a los pecados de los penitentes. Este sello es inquebrantable y no tiene ninguna excepción.

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